Parece que fue ayer cuando en mi empresa de turismo me dijeron que debería trasladar mi despacho al nuevo hotel que habíamos adquirido en El Puerto de La Cruz. Parece que fue ayer cuando mi esposa y yo, decidíamos cambiar nuestro domicilio desde Los Cristianos a La Villa de la Orotava. Parece que fue ayer y resulta que sin darnos cuenta, ahora nos disponemos a cambiar, nuevamente, nuestro domicilio a la ciudad de Los adelantados.
En aquella primera ocasión, al establecer nuestro nuevo domicilio familiar en La Orotava, descubrimos que en Tenerife se daban todas las estaciones climatológicamente hablando. Vimos llover en invierno, nos abrigamos en las temporadas frías, fuimos testigos de cómo caían hojas y como volvía a resurgir la floración y, cuando llegó la época veraniega, también gozamos del sol y de sus beneficios. En Los Cristianos, estábamos todo el año en verano y solo veíamos la lluvia de una forma preocupante, pues este fenómeno atmosférico nos sorprendía, casi siempre, sin la protección adecuada.
Ahora vivimos en La Orotava, una Villa Monumental como rezaba algún cartel a la entrada del pueblo. Grandilocuencias políticas a parte, para mi familia y para mí, sí que ha supuesto un entorno acogedor, limpio, seguro y donde hemos encontrado un rincón donde ser felices.
Cuando llegamos a este bello rincón de la isla de Tenerife, La Orotava, estaba regida por un partido cuya mayoría fue conquistada cuando aún se presentaba bajo las siglas de A.T.I. y siguen manteniendo bajo sus otras siglas de C.C. Cuando nos empadronamos, figuraba como Alcalde El Señor Isaac Valencia, una persona amable que caminaba mucho sus calles y plazas, departiendo con quien le paraba, sin escatimar palabras y sin mirar jamás, su reloj en señal incómoda por estar perdiendo su tiempo. Nos llenó el Municipio de rotondas y agradables fuentes, además de crear espacios para realizar compras a lo grande y dar rienda suelta a sus deseos de que su pueblo, su Villa, fuera la más bonita de Tenerife, de Canarias y si me apuran mucho del mundo mundial. Tal vez quienes veníamos de fuera, teníamos otros puntos de vista, pero no cabe duda, de que el amor a lo suyo fue una constante en su forma de gobernar. Su tiempo en la alcaldía terminó, se jubiló -me gusta pensar que fue así- y le sustituyó en el cargo un señor alto, que raramente me lo he tropezado por la calle y cuando he comentado esta circunstancia, otras personas me dicen que tampoco lo ven mucho en vivo –debe ser cosas de la estadística-. Dicen que dirige su pueblo desde el despacho de la Alcaldía y que además tiene responsabilidades en la estructura de su partido y tal vez sea por eso. Aunque también pudiera ser que lo de ser alcalde de su pueblo, se le ha quedado pequeño. De momento no se le reconoce creación importante, más allá de gestionar los dineritos públicos, que también es importante. Claro que lo es, pero también entra en ese cajón otras cosas que el pueblo valora y es la “cercanía”. Este nuevo alcalde salido de las urnas con una mayoría, creo que menos holgada que su antecesor, pero también con esa fortaleza, tiene otro estilo. Óigame “como le digo una cosa, le digo otra”, no puede ni debe haber ningún reproche en la parte humana de cada personaje, pero el pueblo, añora sus conversaciones de “aquí te pillo, aquí te hablo” que se mantenía con don Isaac. ¡Dos estilos distintos! Que el pueblo compara y que si no fuera porque en los puestos ocupados por la oposición, parece que solo hay ganas de ocupar la poltrona, otro gallo cantaría. La realidad es que, si al actual alcalde no se le ve por las calles, a este otro grupo, ni se le espera.
Este es el perfil mundano del pueblo que en, estos días, me dispongo a dejar por trasladarme a otro municipio. Pero todas las monedas tienen dos caras y en mi caso, cuando le doy la vuelta a la mía, veo que el sitio que, en el futuro, veré en mis recuerdos ha sido el pueblo que acogió a mi familia con los brazos abiertos. Desde el primer día, solo encontré a gente amable. Gente con la que estrechar lazos de amistad duraderos. Mis dos hijos mayores, se incorporaron a su colegios: San Agustín y posteriormente El Instituto Villalba Hervás, teniendo ya sus añitos vividos en ese otro rincón de mi corazón que es el pueblo de Los Cristianos -de allí nos vinimos-. El tercero de ellos, tiene a La Orotava, como su único pueblo, pues desde que vino al mundo, es aquí donde se ha criado. Los tres han hecho, de este bonito rincón norteño, su “patria chica”.
Mi mujer y yo, tenemos otras vivencias fruto de las relaciones que hemos ido arrejuntando a través del deporte de practicado por dos de nuestros tres hijos: el futbol. La Unión Deportiva La Orotava, estará siempre en nuestra memoria, pues gracias a esa entidad, conocimos a muchas personas que, hoy, consideramos amigos. Y, en La Orotava, una amistad es para siempre. De allí salieron muchas reuniones, visitas a otros municipios para jugar y en muchas ocasiones ganar. Daba igual que se ganara o perdiera, pues el vernos constituía un buen motivo para organizar la siguiente comida. ¡Tremendas comilonas! Hoy echaremos en falta a una de las grandes potencias en aquello de organizarlo todo: nuestra querida Mercedes.
Mi mujer, tuvo un mayor acercamiento a muchas de las familias del pueblo, pues durante veintidós años de su vida, estuvo dedicada, junto con sus compañeras y compañero de cooperativa a gestionar la Escuela Infantil El Mayorazgo. Hasta que llegó la pandemia y con esa desgracia, otros problemas que hizo inviable el seguir con dicha gestión. Inviable, al menos, con las mismas condiciones que desde el Consistorio, alguien no quiso entender y defender si me atengo a lo sucedido en aquellos momentos -esto ya está en el rincón de los recuerdos a olvidar- . Son tantas las anécdotas que tiene de aquellos años, que no desespero en mi empeño de que escriba un libro contándolas. Con muchas de ellas me parto la caja del pecho riéndome. Hoy muchos de aquellos menudos han pasado por la universidad y otras niñas y niños están ya trabajando y en algunos casos, han creado su propia familia. Desconozco como seguirá el funcionamiento de la Escuela con sus gestores actuales, pero lo que se vivía en la época de la que hablo, era increíble. Ver el Auto de los Reyes Magos, interpretado por criaturas de dos y tres añitos, era un auténtico regalo para la vista. Ver al grupo desfilar por el patio, año tras año, con sus “birretes” para graduarse en el master infantil, era algo que permanecerá en las retinas de quienes tuvimos la suerte de verlo.
Son muchos los recuerdos que se me agolpan a la hora de ir tecleando para plasmarlo en este artículo. Necesitaría de muchísimo más espacio, pero tampoco deseo abusar del tiempo de lectura. Lo que sí es verdad es que en estas fechas me dispongo a mudarme de casa. Dejaré mi casita de Las Palmeras y trasladaremos nuestros enseres a San Cristóbal de La Laguna. Entre tanta caja, vendrán álbumes de fotos. No tengo ni la menor duda que, cada vez que los ojee, se me pondrá un nudo en la garganta y se me rallarán los ojos, pues es mucho lo que dejo atrás. ¡Mucho y muy bueno! ¡Hasta siempre, Orotava!