Lo que voy a transcribir no es de mi autoría, es de una lectora fiel que suele aplicarse a comentar mis escritos y, a veces, mandarme los suyos.
Si me atrevo a reproducirlo en este lugar, es por la impotencia y rabia que le generó un comentario de alguien con poder en un medio de comunicación, y su pedido de alumbrarlo en esta columna, cosa a la que, por supuesto, accedí.
Su texto comienza con una reflexión de Mafalda: “Lo ideal sería tener el corazón en la cabeza y el cerebro en el pecho, así pensaríamos con amor y amaríamos con sabiduría.”
Mi corresponsal continúa: “Quino – a pesar de los 62 años transcurridos desde el nacimiento de su “criatura”, no pudo ver el deseo cumplido.
Prueba de ellos es un concepto expresado por la ministra de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la Nación Argentina -de ella se trata- en un programa de televisión donde se discutían los créditos otorgados por intermedio de ANSES (Administración Nacional de seguridad Social) a personas jubiladas.
La señora ministra manifestó, con poca inspiración y nula sensibilidad: “Es absurdo, porque todos, por definición, nos vamos a morir, y si "sos" un jubilado, arriba de no sé cuántos años, es casi seguro que te vas a morir. Entonces, ¿para qué estás haciendo este tipo de cosas?”
A partir de este punto Natalia comienza a redactar en primera persona.
“Escuchar esta declaración me indignó profundamente y no puedo dejar de pensar que la existencia de personas que opinen de tal forma, en el actual gobierno argentino, es preocupante.
Hablar despectivamente de un sector de la población, uno de los más vulnerables, en la mayoría de los casos con percepciones que no les alcanza para subsistir, es no estar pensando con amor.
Los mayores desempeñan un rol fundamental en la sociedad. Muchos en activo, ocupados en el mundo laboral y contribuyendo con sus capacidades, otros participando en entidades civiles sin fines de lucro u organizaciones de asistencia social, brindando ayuda a quienes lo necesitan.
Personas que siguen pensando en desafíos, y, repletos de vitalidad, subiendo montañas, practicando ciclismo, siendo ejemplos de superación.
Abuelos cuidando nietos, desparramando cariño, juegos, y otros, que, por cuestiones de salud, no pueden hacer nada de lo mencionado.
Todos, con más razón estos últimos, necesitan de un estado presente, porque -es inconcebible que no lo sepa una ministra- todo ser humano merece vivir dignamente, independientemente de la edad.
En mi experiencia personal, muchos de los recuerdos de mi infancia se remiten a momentos compartidos con abuelos, tíos abuelos que llenaron aquella etapa de mi vida cumpliendo un rol fundamental, transmitiéndome valores e influyendo en la persona que soy actualmente.
Sé que en muchos casos es así, es por esto que este tipo de comentarios ofende a la sociedad en su conjunto, al niño, al adolescente, al adulto que sin dudas conoce, necesita, aprecia, ama a un adulto mayor que está o ha estado presente en su vida.
La situación actual de la República Argentina duele, preocupa.
Se trata de una actualidad que se viene construyendo desde hace años y que llevó a la sociedad a elegir un gobierno con un mensaje de libertad distorsionado, que deja a la mayor parte de la población afuera, propiciando un tiempo de desánimo.
Sin embargo, a pesar de los pesares, a pesar de los gobernantes, existe un gran sector que lucha y va a seguir luchando por detener aquello que nos daña como Nación, verdaderamente libre y socialmente justa.
Una canción “Llueve tranquilo”, de la banda uruguaya “No te va a gustar” me actualiza los sentimientos que estamos experimentando, invitándonos a reflexionar.
“ Llueve tranquilo, llueve parejo / El tiempo otra vez avanza / Como pudimos, como queremos / Todos de nuevo en la balsa.
Nunca esperamos que se viniera / Una tormenta tan larga / En cinco minutos todos mojados / Y repartiendo la carga.
Ya nada nos asusta / Sabemos lo que nos pasa / No queda ninguna duda / Sigue siendo nuestra casa.
Que nos espera? quién nos ampara? / Tuvimos todo y no es nada / No habían charcos, no había barro / Ni olor a tierra mojada.
No nos mató la locura / Estar deshechos / Que no quedara ni el piso / Ni las paredes, ni el techo.
Ya nada nos asusta / Sabemos lo que nos pasa / No queda ninguna duda / Sigue siendo nuestra casa.
La música continúa, y nuestra casa, a pesar de que parezca otra, sigue siendo la nuestra."