Franco sigue siendo útil. Si no para utilizar su ectoplasma para asustar a los niños si para seguir el manual de sus actuaciones en casos de urgencia. Recurrir a la pertinaz sequía o a Gibraltar siempre fueron buenas fórmulas para salir del atolladero. Mira que llevamos años con eso. La batalla de Trafalgar y el tratado de Utrech son el principio de un final que no ha dejado de precipitarse durante más de 300 años, casi coincidente con la caída de Casanova, en 1714 en Barcelona.
España sigue más o menos igual, después de un XIX agitado, un XX con una guerra civil y una dictadura de 40 años y otros 40 de democracia casi perfecta. Pero los ciclos son los ciclos y la política vuelve por los derroteros de la inestabilidad, con Marruecos por el sur, Europa por el norte, el Mediterráneo por el este y América por el oeste, siempre orientados, como el barco de Espronceda, que llevaba diez cañones en cada banda.
La literatura sirve para definir los puntos cardinales. El gran Cervantes definiendo el centro manchego después de haber perdido un brazo en Lepanto, Saavedra Fajardo interviniendo en la paz de Wesfalia, después de la guerra de los 30 años que define las fronteras europeas, Alonso de Ercilla describiendo las hazañas del gran Caupolicán, maestro de las resistencias indígenas americanas, y José Cadalso, con sus Cartas marruecas, recordándonos que las mezquitas se fueron al sur desde el final de la Reconquista.
Franco sabía todo esto, por eso tenía una guardia mora para su seguridad de máxima confianza, acogía a Perón, con el cadáver de Evita, en Madrid, se paseaba por la Castellana con Eisenhower y abría y cerraba la verja cuando había algún problema de calado, Todo estaba inventado, Para qué cambiar, seguimos haciendo lo mismo. Para esto no necesitamos memoria histórica ni democrática.
Pero estas cosas son como el tiempo: ayer hacía malo y hoy puede hacer bueno. En una semana de lluvias se han vuelto a llenar los pantanos y se anuncia la resolución del problema de la Roca. Ya he perdido la cuenta del número de ministros de Exteriores que lo han intentado. Creo que todos lo han sacado de la cartera alguna vez. Se estudia en primero de la carrera diplomática.
Ayer salieron fotografías de los llamados por las comisiones de investigación. Parecen las alineaciones de los equipos de fútbol, y en realidad lo son porque su objetivo es meter goles en la portería contraria. Las cosas no pintan bien, De Marruecos no se habla y del Sahara menos. Ni siquiera Yolanda grita por una reivindicación tradicional de la izquierda a la que pertenece. Como compensación, Albares dice que la reunión con los ingleses es bilateral, pero Picardo estará sentado allí, como ese grano en el culo que el espejo no nos permite ver.
Franco construyó un estadio en la Línea de la Concepción para darle envidia a los llanitos. Creo que se jugó una vez el trofeo Carranza y para de contar. La verja se abre y se cierra cada cierto tiempo para ganancia de los aparcacoches, mientras los narcos invaden la bahía para desespero de la Guardia Civil. Esta es la España de siempre, y no me digan que hay otra porque no la hay. Es la misma de Larra, la de Umbral, con el panadero y Pitita Ridruejo (ahora Tamara Falcó), la de Cuco Cerecedo con su símil futbolero, la de Jesús Quintero, hablando con el Risitas desde la Colina, y la de tantos que dicen la verdad con el esperpento.
Lo único que ocurre es que algunos se creen el doctor Livingston, descubriendo las fuentes del Nilo, sin darse cuenta de que asumen el oficio de desempolvar lo viejo haciéndonos ver que están descubriendo lo nuevo. Es que la cosa no da para más. Ya me lo dijo mi psicóloga hace tiempo: “Acéptate como eres, ya verá qué bien te va a ir”.