Nuestros dilectos y nunca suficientemente bien ponderados líderes europeos y occidentales en general vienen insistiendo en los últimos tiempos en la necesidad de incrementar los recursos de nuestros ejércitos, elevando en consecuencia el gasto en defensa de manera sustancial, a fin de prepararnos para una posible, o probable según quien opine, confrontación armada ante una anticipada eventual agresión por parte de Rusia a alguno, o varios, o todos, los aliados de la OTAN que habitamos en el viejo continente.
Quienes más levantan la voz y lanzan advertencias más perentorias son los países bálticos y Polonia, aparte de la ya agredida Ucrania. Ellos saben, sin duda, como se las gasta el oso ruso, el expansionista vecino peligroso al que vienen padeciendo desde hace siglos. Estos últimos días el nuevo primer ministro de Polonia, Donald Tusk, que pertenece a la minoría casubia, ha declarado que nos encontramos en “estado de preguerra” y opiniones similares vienen expresando desde la invasión de Ucrania, o antes, los líderes de Estonia, Letonia y Lituania.
La señal más intensa de la preocupación que embarga a muchos ciudadanos de los países del norte de Europa, especialmente a los que tienen frontera o gran cercanía con Rusia, es la aceptación mayoritaria que todas las encuestas señalan de los ciudadanos suecos y finlandeses de la adhesión de sus países a la OTAN. Ambos países tenían una muy larga tradición de neutralidad y hasta hace poco el rechazo a abandonarla para entrar en la alianza defensiva occidental era poco menos que unánime. Tanto Suecia como Finlandia son sociedades maduras, de larga tradición democrática, con excelentes sistemas educativos y sólidos estados de bienestar, por lo que sus ciudadanos no son manipulables con facilidad y si han hecho un giro copernicano en lo referente a renunciar a la neutralidad es que deben haber percibido un peligro cierto en la política actual de Rusia.
Las circunstancias presentes no son favorables a un aumento del gasto militar. Varios países europeos, entre ellos la locomotora alemana, están a punto de entrar en recesión y la situación económica global de Europa tiende, según los expertos, que no siempre aciertan, a la contracción. En este contexto, en el que se vislumbran posibles recortes laborales y en los diversos servicios del estado de bienestar, incrementar los presupuestos de defensa podría tener un efecto devastador sobre las capas más desfavorecidas de la sociedad, incluyendo a los pensionistas, lo que podría provocar revueltas sociales y, sobre todo, un giro del voto hacia la extrema derecha, que ya está en plena expansión en casi toda Europa, como probablemente se comprobará en las próximas elecciones europeas.
Muchos de los partidos y los líderes de la extrema derecha europea son declarados simpatizantes de Putin, lo que añadiría un factor de complejidad a la situación, con unos gobiernos y la Comisión Europea enfrentados a las políticas rusas y unos grupos parlamentarios de peso, algunos quizás incluso con responsabilidades de cogobierno, partidarios de contemporizar con Rusia. De hecho ya hay algún país quintacolumnista de Putin en la UE. Además del ya conocido Orbán en Hungría, se sumó hace un tiempo tras ganar las elecciones parlamentarias el primer ministro eslovaco Robert Fico, que hasta ahora tenía el contrapoder de la presidenta del país, Suzanna Caputova, europeísta, pero en las elecciones presidenciales recién celebradas ha ganado Peter Pellegrini, del mismo partido que Fico y filorruso como él, con lo que el giro de Eslovaquia y su connivencia prorrusa con Hungría están garantizados y suponen un serio contratiempo para la política exterior común europea de defensa y ayuda a Ucrania y plantar cara a la agresión rusa.
Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos en los próximos meses, pero una eventual victoria electoral de Trump en Estados Unidos complicaría mucho el escenario, puesto que ya ha declarado que buscará una paz cercana a los intereses de Putin, de hecho sus correligionarios republicanos vienen obstruyendo hace meses un paquete de ayuda a Ucrania de unos sesenta mil millones de dólares; así como también ha mostrado su disposición a dejar abandonados a sus socios europeos si no incrementamos el presupuesto de defensa como mínimo hasta el 2 % del PIB.
Así que estamos y seguiremos estando en tiempos complicados para Europa y mientras tanto aquí nuestros políticos conservadores solo tienen la obsesión de la ley de la amnistía y de derribar a Pedro Sánchez y ocupar el poder. Si es para hacer lo mismo que nuestro gobierno balear, o el valenciano, o el aragonés, o el murciano, o el madrileño y los que me dejo, que Dios nos coja confesados.