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“Cuando lees: Nos vamos a forrar, hermano; Saltas”

Por José Luis Azzollini García
lunes 01 de abril de 2024, 11:00h

La frase que da forma al título del artículo, por sí mismo, no dice gran cosa. Pero cuando la lees en un periódico digital (Canarias7.es) en relación a los pelotazos que están saliendo a la luz con los negocios y negocietes que se han, presuntamente, llevado a cabo con las mascarillas; produce reacción. ¡Vamos que si la produce! Concretamente a mí, sin ir más lejos, me dan arcadas según van produciéndose las noticias en los distintos medios.

Hemos de situarnos en 2020, para recordar qué situación se vivía. La pandemia del coronavirus se había hecho hueco en la población de todo el mundo. Y, dentro de ella, por supuesto, en la española. Se nos tuvo dos meses y algo más, encerrados en nuestros respectivos domicilios. ¡Encerrados! La gente se moría a centenares y millares, sin poder contar con la presencia de los suyos para una despedida digna. ¡Muerte! Hasta que llegaron las vacunas, pensábamos más, cuándo moriríamos que en una cercana finalización del proceso. ¡Pesimismo! Cuando se nos permitió salir a la calle, tuvimos que hacerlo provistos de un artilugio que se habilitaba como una de las mejores defensas ante el maldito bicho. ¡Defensa! Habían llegado a nosotros las mascarillas y aprendimos a distinguir entre las “quirúrgicas” y las “FFP2”. Se corría más riesgos con las primeras que con las segundas, pero ambas te protegían algo. ¡Protección! Claro, que ante tanta demanda, en ocasiones -sobre todo al principio,- lo de poder comprar esas defensas, no era una tarea fácil de conseguir. Se agotaban casi al instante de haber llegado a las farmacias. Por ello se dosificaba su venta y hasta tenías que recurrir a contactos, o a confeccionártelas tú mismo. ¡Desesperación! Los gobiernos locales, regionales y nacionales, se pusieron al tajo y pasado un tiempo, iba aumentando el número de estos complementos de supervivencia que se ponían al alcance de los usuarios y personal sanitario -valientes hasta la extenuación- aunque la escasez seguía siendo la noticia predominante. ¡Impotencia! Pero aún con todo y con esas soluciones, la población seguía muriendo. ¡Aniquilación! Las vacunas, cuando llegaron, tuvieron que administrarse de forma organizada, pues no se producía la suficiente cantidad como para llegar a la totalidad de la humanidad. ¡Terror! Podría seguir contando todo lo que se vivió, pero esto que he anotado, creo que puede servir como el resumen, más o menos certero, de lo que se vivió en aquellos trágicos años.

La población en general, pedía recursos, soluciones inmediatas y muchas, muchas explicaciones. ¡Milagros! Y, de repente, casi por arte de magia, comenzaron a aparecer mascarillas a tropel, equipos sanitarios, respiradores, vacunas y hasta nuevos hospitales como si todo estuviera guardado esperando a que la situación llegara a límites insostenibles. Esperando a que diera la cara el salvador del mundo. La salvación puede que ya estuviera entre nosotros, pero éramos incapaces de verla. Tal vez fuera porque un “gran hermano” esperaba a que se le aceptara su participación; y que cuando saliera a la luz, todo lo que en estos momentos está cogiendo formato de cambalaches, todo le fuera indultado si mediar la “procesión del Jesús del perdón (procesión del preso)”.

Esa persona o personas, -¿solo había una?- que se atrevieron a decir en voz alta su frase de “Nos vamos a forrar, hermano”, puede que en alguna etapa de su vida, tuviera una madre que le hiciera carantoñas y hasta la llamara “mi bebé bonito”. Todo el mundo debería tener derecho a poder decirle mamá a alguien. Todo el mundo salvo las alimañas que sabiendo lo que se cocía en el mundo, se atrevieron si quiera, a pensar que podían sacar provecho económico de la situación. Les repito lo que pasaba en este mundo que, también, pisan esos seres, como si fueran personas sin tacha alguna: ¡Encerrados!, ¡Muerte!, ¡Pesimismo!, ¡Defensa!, ¡Protección!, ¡Desesperación!, ¡Impotencia!, ¡Aniquilación!, ¡Terror!, y muchas cosas más, a lo que habría que añadir una serie de improperios que cualquier de nosotros podríamos añadir para referirnos a esa gente -pienso en gentuza-.

Pobre gente, que lo único que hicieron fue cobrar unas comisiones legales -lo legal debería situarse en el plano de lo ético, para comprobar el chirrido-. Pobre familia a la que pertenecen que lo único que hicieron fue valorar lo listo que eran sus vástagos, sin detenerse a examinar que esos comisionistas habían obtenido un dinero con un producto de extrema necesidad. No me atrevo a discutir la legalidad de esas comisiones, pues mis entendederas no alcanzan el nivel adecuado para emitir juicios objetivos. Reconozco que me dejaría llevar por el deseo de buscar el resquicio legal para enjuiciarlos por el delito que más se ajustara a su poca o nula capacidad de empatizar con quienes sufrían directa o indirectamente la estela de muerte que dejaba el no tener los medios adecuados para combatir el virus con mejores garantías. ¡Muchos sanitarios dejaron su vida por no poder defender sus cuerpos en su lucha contra el ataque a sus pacientes!

Pobre gente, también, los políticos y políticas que encargaron a empresas automovilísticas o de gestión, la compra de ese necesario equipamiento que pusiera un poco de barrera entre el ser humano y el virus. ¡Entre la vida y la muerte! Algunas de esos pobres mandatarios, se ven ahora avocados a defenderse de esa prensa atrevida que osa enfrentarse a ellos y ellas con todo el poder de la información. Y digo pobre, porque seguramente, entre los nombres que van saliendo a la palestra, alguno habrá que está ahí por casualidad. En Canarias, sin ir más lejos, se menciona mucho a una persona que fue un alto cargo de la sanidad de las islas, que según los datos que van saliendo tuvo bastante que ver con la parte oscura de todo este embrollo. No obstante, soy una persona que cree en la Justicia y hasta que se demuestre lo contrario, esa persona debería ser tratada únicamente como “presunto”. Una vez que se le pueda enjuiciar y que se demuestre todo lo que está en el catálogo de la investigación que sigue su proceso, ¿cómo debería llamársele? Por mi parte, bastaría con aplicarle un delito por cada canario o residente en Canarias que hubiera fallecido y con sus bienes, que se pagara las indemnizaciones que debieran recibir las personas que han quedado con secuelas físicas o psicológicas. Con eso me quedaría satisfecho. Y si se demostrara que algún político estuviera implicado, aunque solo fuera porque firmó sin mirar lo que firmaba, le quitaría la posibilidad de estar en cargo político ni trabajar con o para la Administración el resto de su incompetente vida.

Tal vez, por lo que escribo, pudiera parecer que todo este tema de las mascarillas, las comisiones, los enredos políticos y los aprovechamientos que unos y otros hacen de todo ello, me tiene lejos del sosiego y la templanza. Quien piense así, tengo que decirle que se equivoca de lleno. Tengo diez puntos por encima de esa sensación que pueda estar ofreciendo. Hay algo que yo no olvidaré, ni sabré perdonar a quienes han estado pensando en “forrarse junto con su hermano” y eso lo resumo de esta manera: ¡Encerrados!, ¡Muerte!, ¡Pesimismo!, ¡Defensa!, ¡Protección!, ¡Desesperación!, ¡Impotencia!, ¡Aniquilación!, ¡Terror! ¡Qué asco me producirán, si todo se demuestra!

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