La semana pasada, regresé de mi segundo viaje con el IMSERSO, y aunque no usaré este espacio, para comentar mi experiencia con este tipo de excursiones, sí que recordaré lo visto y vivido para analizar lo observado en la isla de Mallorca, con el pensamiento puesto en mis isla de Tenerife.
Antes de nada, me gustaría hacer una mención especial a la compañía aérea que nos sirvió de transporte hacia/desde Palma de Mallorca. Para los canarios, las siglas NT, nos resultan muy familiares. Son las de nuestra “Binter”. Para mí, y después de esta experiencia, se convertirá, si sus tarifas me lo permiten, en mi línea aérea de cabecera. Soy una persona de uno ochenta y dos cms. de alto y gordo -omito a conciencia el “comodín” de obesidad- y, en los aparatos que usa esta compañía para sus traslados fuera de nuestras islas, yo quepo. Puedo bajar la mesilla, para comer y beber lo que nos sirven. Lo de servir “comida y bebida”, no es una errata del autor. ¡Binter da, en sus vuelos, un aperitivo incluido en el precio! ¿Qué no te apetece comértelo en el avión? Pues te facilitarán una bolsita verde, “muy mona”, en la que transportar dicho menú hasta el lugar que estimes conveniente. ¡Tremendo atrevimiento el de esta compañía! Se enfrenta a las maldiciones de su competencia al estar retomando un servicio que las demás ya daban por extinguido. Estarán de acuerdo conmigo en que, el residente canario que use otra compañía, sería porque anda más despistado que un pulpo en un hangar -cambio lo del garaje porque hablo de aviones-. Solo un apunte en aras de mejorar su servicio, Sr. Núñez, Don Rodolfo, mire a ver de sustituir los sacos del pan, por unos recipientes algo más decentes. Por un momento, cuando vi a una de las amables azafatas, sacar un saco -allí llevan de pan- desde el porta equipaje que estaba sobre mi asiento, pensé que estábamos en Navidad y que vendría Papá Noel.
Una vez hecho este reconocimiento a nuestra compañía aérea, me gustaría dejar, también por escrito, que el trato dispensado por el personal que atiende a los grupos del IMSERSO, es más que aceptable. Sobre todo, teniendo en cuenta el perfil variopinto de gente que nos reunimos bajo ese epígrafe de “Turismo Social”. En esta ocasión, no escuché quejas sobre la comida. ¡Hubiera sido una impertinencia! Abundancia, variedad y buen sabor son adjetivos con los que podemos calificar al buffet que cada día nos eran presentados ante nuestros ojos y papilas gustativas en el “Hotel Torrenova”. Pero además, ante cualquier pregunta, por difícil respuesta que pudiera corresponderle, siempre había una sonrisa amable. En esta ocasión, las quejas solo eran anécdotas sin importancia.
Ahora bien, y con esto entro ya en fondo de este artículo: La isla de Mallorca, es un territorio que parece dominado por la compra-venta del suelo. Una especulación que, año tras año, ha ido conquistando su bonita costa hasta hacerse dueña de todo aquel rincón desde donde se pueda acceder al mar que la baña. ¿Es bonita la isla? Si salvamos esa agresividad constructiva, es un rincón de España, hermoso con unas bellezas naturales, además de Nadal -su nombre es repetido hasta la saciedad-, dignas de visitar y disfrutar.
A nosotros nos tocó hospedarnos en un hotel que estaba en la zona de Palmanova. Cerca estaba otro rincón turístico, conocido como Magaluf y junto a estos macrocentros turísticos, otros más pequeños pero con idéntica masificación de construcción. La aplicación de la Ley de Costas, imagino que no será pertinente en estas islas mediterráneas. Al menos no con la misma severidad que ocurre en las isla Canarias. Pues vimos sitios donde la edificación tocaba literalmente el mar. Y, si les soy sincero, me alegro que en nuestro territorio atlántico, se actúe con mucho rigor a la hora de permitir las atrocidades que he podido observar en esta isla balear. Para quién no haya tenido la oportunidad de ver lo que yo he podido comprobar por mí mismo, le ruego que le den una visual a lo construido en Tenerife en la zona de San Eugenio desde la autopista hacia arriba; allí podrán tener una idea más aproximada de lo que les hablo. ¡Qué horror! ¡Cuantísimo cemento! Callejones estrechos por donde han de circular grandes guaguas para repartir a la clientela que se hospeda en los establecimientos que se amontonan allí. Sí, he escrito: se amontonan. Y, no sé si me estaré quedando corto.
Hemos viajado en el pasado mes de febrero y obviamente, casi todo estaba cerrado. Una visión cercana a lo que vivimos en pandemia. Pero ¡Qué quieren que les diga! Me he alegrado, pues hemos podido ir a todas partes, sin la aglomeración humana que me temo que exista en verano -temporada alta de turismo en la zona peninsular y balear-. La gente del lugar, nos hablan de mares de gente moviéndose de un lado a otro. ¡Mares! El agua cuando circula por un riachuelo, emite un sonido agradable y relajante. Pero si la comparativa es con el mar, me temo que puede ser bastante más agobiante. ¡Quita pa’llá!
Mis islas Canarias, aun cuando empezamos a ver una saturación nada agradable en nuestras costas y rincones turísticos, están algo lejos de lo que he podido ver en Mallorca. ¿Dejarán, nuestros políticos -las políticas también-, que estas isla afortunadas, dilapiden su fantástica fortuna natural apostando por ese caballo ganador, llamado “Especulator”? ¿Seguiremos, los votantes, dando nuestro apoyo a quienes nos vengan con los cantos de sirena de “Hoteles de cinco estrellas” y de calidad turística, al tiempo que siguen dando licencias para construir más hoteles y campos de golf? ¿De verdad, vamos a seguir comparándonos con las baleares a lo hora de hablar de éxito turístico?
Desde este rincón que me brinda www.canariasdiario.com y tras cursar visita a Palma de Mallorca, les digo que no cuenten con mi voto. A mí me sobran las “nuevas ciudades” en “mojones”, los hoteles en La Tejita y las “cunas” que destrozan el “alma”. Soy y seré siempre hombre del Turismo, pero rechazo tanto cemento que permiten importar nuestros políticos en aras del Turismo de calidad. Seguiré defiendo que quien desee construir un nuevo hotel en esta bendita tierra canaria, que tumbe al suelo uno viejo y construya en su solar. Me da igual que sea de una o de cinco estrellas; porque, al final, lo que cuenta es el perfil del cliente que se hospedará en él. Por ponerle un ejemplo, el IMSERSO he leído que paga veintidós euros al día, en pensión completa, por persona -alojamiento, desayuno, almuerzo y cena- y casi todos los hoteles que usa son de cuatro estrellas. ¿Pagará ese precio, esa categoría del hotel? Claro que no; pero en temporada baja, la calderilla, también llena la caja. Y, cuando no sean IMSERSO, serán “Hooligan” quienes opten a llenar esas estrellas. ¿Cuatro/cinco estrellas?
Lo visto en Mallorca, aun siendo una isla preciosa, no lo quisiera para Canarias. Y si me lo permiten, me atrevo a exigir a nuestros políticos que traten de evitarlo. En nuestro territorio aún hay algo de agricultura en los campos. Allá, solo se ven olivos, naranjos y en el suelo, algo de forraje para animales. La agricultura es testimonial, pues casi todo viene desde la península. Aún estamos a tiempo de evitar ese desastre en Tenerife. Turismo sí, pero más saturación especulativa, jamás.