El título de este artículo parece una pregunta, pero no lo es, o en realidad sí desde el punto gramatical, pero no para ser respondida en esta columna.
Se trata del nombre de una novela en la que está implicado un amigo cercano, muy cercano, aunque vive lejos, que a veces cree tener derechos conferidos por la distancia que rozan el límite de la impertinencia.
Como hace tiempo comprobó que había publicado un artículo con denominación parecida, pero sin signos de interrogación, me pidió colaboración, como si este espacio estuviese a disposición de todos los que pasan cerca de mi sombra.
No era mentira lo del comentario, en el que ponderaba un programa de radio conducido por un maestro de las ondas de nombre Jorge Marzetti, que desde hace décadas sostiene, para mi gusto, uno de los mejores espacios para el fomento de la literatura y la buena música.
En aquella oportunidad yo explicaba el modo de captar la emisión de Radio Nacional Argentina, AM 750 de la ciudad de Córdoba, a través de espacios grabados que luego se difunden a todo el orbe gracias a almas generosas que lo instalan en las redes, por ejemplo Radiocut, Spotify, Google Podcast y también en otros lugares escondidos, a oscuras, pero que alcanzan la luz cuando se enfoca con cualquier buscador, como si fuese una linterna: Jorge Marzetti, Chacho Marzetti, “El vagabundo de las estrellas”, Radio Nacional Córdoba, en fin, rastreos a veces complicados, pero que los empeños consiguen encontrar.
¿Y por qué esa “obsesión” por pretender que los lectores, quienes no lo han hecho todavía, descubran ese espacio donde se dan la mano el buen gusto, con el hacer bien, la lectura de poemas, con la mejor literatura, el silencio con la música superlativa?
Simplemente porque es un espacio público y gratuito, donde se puede aprender, disfrutar, compartir, lejos de gritos, de falsos profetas, gurús de plastilina o “influencer” que deberían estar estudiando en vez de dictar normas.
Pero no hay dicha que dure para siempre, el programa está a punto de fenecer porque su conductor, el mismo que lo creó y estuvo al frente desde sus inicios, se va a jubilar, intuyo que sin cumplir con el mandato etimológico de la palabra, cuyo origen se utiliza para expresar gritos de alegría y / o gozo por el descanso que llega.
En este caso me temo que el hecho de no tener que acudir más a su ritual de cada noche tendrá otras consecuencias. Si se comparan las primeras grabaciones con las últimas se constata que el disfrute y la alegría se renuevan en cada programa, donde los asombros se convierten en adjetivos que impactan en receptores de muchos continentes.
Cuando el presentador juzga lo que lee, los instrumentos que suenan o los versos que conmueven despiertan los signos: “¡Qué bonito!”, ¡Qué maravilla!, “” Oí, oí, oí, my God!”, “Hoy me olvidé la música” ¡Sopla Myles Davis”, “Canta Ella Fitzgerald, ¿cómo se puede cantar así?'”, “Ay, ay, ay, ay, ay,”, “¿Se escucha bien ahí?”
Hace unas noches anunció que se despedirá en diciembre de 2023, con una función que se espera masiva en un teatro de la capital cordobesa, en el centro de la República.
Aclaración pertinente: nada de lo escrito hasta este momento justifica el encabezamiento del presente texto, sin embargo, lo que sigue lo va a explicar
Antiguos colaboradores del programa, también otros aficionados a las ondas, están rastreando los archivos sonoros que, a lo largo de décadas, dejó grabado este creador, para depositarlos en un repositorio que se llamará “archivovagabundo.com”, donde cualquiera que sienta pasión por el arte o amor por la palabra, encontrará las voces de sus protagonistas.
Además de a Marzetti, podrá disfrutar las voces de Borges, Ezra Pound, Neruda, Gellman, Rulfo, Cortázar, Alberti, y tantos otros, que aquel, a modo de resonador de rimas, declama en sesiones en las que, además del editor y operador cobran protagonismo los oyentes.
Sin ellos el programa sería muy bueno, con ellos es otra cosa, mayúsculo, con aportes desde Italia, Venezuela, México, Colombia, España, Chile, Alemania, República Dominicana, Nicaragua y, por supuesto, de la mayoría de provincias argentinas.
A esa persona del principio que conozco tanto, la que siempre me termina enredando en sus proyectos, se le ocurrió homenajear al artista y hacer lo propio con quienes frecuentan su “Teatro Mágico”, escribiendo un libro.
Lo primero que definió fue el título: ¿Conoces al Vagabundo de las Estrellas?, y como no tenía demasiadas referencias, decidió averiguar quién lo conocía y hasta dónde, a través del silicio torpe de la inteligencia artificial.
Las respuestas fueron alucinantes, tanto, que a la suma de celebración y biografía del protagonista agregó situaciones graciosas, equívocos y ridiculeces de los que pretenden saberlo todo viviendo en las nubes.
Lo que me pide, en su llamado de auxilio, es que lo ayude a convocar a los oyentes para que aquellos que lo deseen puedan reseñar en papel lo que significa el hito llamado “Vagabundo de las Estrellas.”
A tal efecto creó una cuenta de correo electrónico, comunidaddevagabundos@gmail.com, donde espera concentrar el talento de los participantes, quienes, a lo largo de tantísimas noches, dejaron sus sentires en mensajes orales que hoy son casi imposibles de recuperar, pues transcribir miles de horas de radio para resumirlos es una tarea casi imposible.
Mi amigo cree que sería un bonito homenaje, no sólo para el conductor, también para los que hicieron posible el milagro de la magia.