“La emergencia climática lleva a España a elaborar un plan para reducir las elevadas fugas de agua”. Esto leo en la prensa de hoy y me lleva a recordar lo que ocurría en La Laguna hace más de 30 años, cuando en el Ayuntamiento presidido por Pepe Segura sufríamos pérdidas del 60%, que es lo que hoy se declara como dramático en muchos municipios. La solución fue crear una empresa mixta, Teideagua, donde el socio externo, Aguas de Barcelona, (Aquagest, en aquel momento) invertía en la sustitución de la red su participación en acciones, del 49%, mientras el consistorio aportaba su equipamiento. Con esto se solucionó el problema y el servicio sigue funcionando bien hasta la fecha.
No sé si esta operación hubiera sido posible en la actualidad, donde las privatizaciones y las concesiones administrativas se convierten en enemigas de lo público. Esta majadería ideológica no se entiende muy bien en un país en el que la seguridad de centros oficiales está en manos de empresas privadas y los registros de presentación de documentos de casi todas las instituciones son desarrollados por concesionarios externos. Aparte de esto, lo presencial está desapareciendo del mundo administrativo donde lo on line se extiende cada vez más, para desespero de los mayores. La digitalización no deja de ser la despersonalización del trato que es mucho peor que la privatización. Pero es lo que hay, el mundo avanza imparable hacia estas técnicas y no nos podemos quedar atrás. Lo que está obsoleto es seguir considerando que la única sociedad posible es la pública, como si estuviéramos manteniendo en pie el Estado único, el partido único, el plato único, ya saben, lo típico de cualquier totalitarismo.
Son los restos revolucionarios de los nostálgicos de la dictadura del proletariado, o de la otra, que viene a ser la misma cosa. Me sorprende la noticia porque está adobada con lo del cambio climático, que es el bálsamo de Fierabrás que hay que aplicar a todo para que sea aceptable. Por ejemplo, La Laguna tiene que recuperar su gran charco en nombre de una acción altamente ecológica. En 1991, cuando se creó la empresa Teideagua y se procedió a reparar las fugas de las redes, no se hizo por emergencia climática, sino porque económicamente era insoportable mantener la situación. No hay que olvidar que la tasa por la prestación del servicio se calcula sobre su coste real, y las pérdidas eran cargadas a las facturas de los ciudadanos, a los que les importaba muy poco que este asunto fuera resuelto por una empresa pública o privada, o mixta en este caso. Lo que interesaba era la eficiencia. Solo la eficiencia, algo que lo ideológico ha dejado de considerar como un valor con tal de salvar la estructura de pensamiento de cada acción política relacionada con lo administrativo.
Mientras tanto nos preguntamos quién y como arreglará este desaguisado en el que estamos metidos. El cielo está enladrillado, quién lo desenladrillará. El desenladrillador que lo desenladrillare, buen desenladrillador será. Estoy empezando a estar un poco harto de oír que unos gobiernan para las personas de bien y otros no. La bondad se le supone a todos, como el valor en los cuarteles, porque en la guerra mueren igual los legionarios, que presumen de ser los más aguerridos, que los de infantería, que tienen la fama de ser carne de cañón. Hace unos días contaba un juicio, como el de Salomón, protagonizado por don José Peraza de Ayala, en su papel de juez municipal. Terminaba diciendo: “Por qué no le devuelve la pelotita al niño”. Pues eso.