Lo importante y lo urgente no siempre coincide. Lo inmediato, lo que hay que hacer ya, lo urgente que no admite dilación, en ocasiones nos impide ver la raíz y la causa que debe alimentar las acciones. Es la cercanía del árbol, como solemos decir, la que nos impide contemplar el bosque.
En las urgencias hospitalarias esta experiencia es muy común. Ahora toca limpiar y cerrar la herida, impedir que se desangre, estabilizar al paciente. Luego nos centraremos en su historia clínica y se analizará la etiología de las heridas. Iremos a la dimensión integral y sistémica de la salud.
En la atención social pasa necesariamente algo similar. Ahora toca una ayude básica de emergencia, luego llegará la ocasión de realizar un trabajo de desarrollo personal y solución de las causas de la exclusión. Pero ni en esta o en aquella situación, no debemos olvidar que el árbol forma parte de un monte mayor, de un espacio general, de un marco de referencia más amplio.
Para esto la investigación, la relectura de la historia, el análisis de las biografías es parte integrante de cualquier acción coherente. No se pierde el tiempo cuando se dedica tiempo a contrastar, a estudiar, a pensar… Una acción sin previa reflexión corre el riesgo de la ceguera. Como una reflexión sin concreción en la realidad, corre el riesgo de la teoría infecunda. Hay que darle tiempo a la reflexión si queremos que la acción pueda tener capacidad multiplicadora.
El servicio de la reflexión. La diaconía del pensamiento. ¡Cuánta importancia tiene este esfuerzo reflexivo! Un viejo maestro que ya ha muerto y del que aprendí muchas cosas, solía decir que en todos los ámbitos de la vida hacían falta “cabezas pensantes” -él lo llamaba así-. Imaginen una sociedad que tira adelante como una gallina sin cabeza, que corretea sin sentido y sin dirección, batiendo las alas y disparando, como los niños a ciegas, el palo sobre la piñata.
Abrir los ojos y descubrir los caminos. El servicio de la verdad. Así lo decía Benedicto XVI invitando a tener confianza en la capacidad humana de descubrir la verdad. Cuando la desconfianza en la capacidad humana de buscar y descubrir la verdad se convierte en reina, no queda otra oportunidad que apelar a la ideología, muchas veces alimentada por aspectos emocionales o utilitaristas. Y la ceguera se multiplica en los palos a ciegas a las piñatas imaginarias.
Incluso la vida de pareja merece tener un espacio de preparación y de reflexión mutua que les ayude a desarrollar un proyecto de vida común. No salen bien las cosas cuando se apela a lo espontáneo, a lo que salga, a la necesidad inmediata, a la resolución de los problemas que van surgiendo.
El mismo acto docente lleva previamente un esfuerzo de reflexión y diseño. No puede apelarse a lo que salga, a la experiencia, a la creativa espontaneidad del docente. Si queremos que las acciones ayuden al alumnado a aprender, el tiempo de reflexión es parte de la enseñanza.
Lo importante es lo que hay que diseñar. Aunque haya acciones urgentes que no puedan esperar. No perder esa perspectiva es fundamental.