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Vuelo Tenerife La Palma

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 13 de octubre de 2022, 05:00h

Un titular recogía estos días en la prensa escrita que, en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, existen ya más mascotas que niños en las familias. No son aspectos contradictorios ni enfrentados. Creo que es muy bueno, desde la perspectiva educativa, que los niños tengan relación con mascotas que, como todos sabemos, mejora el manejo emocional de la frustración y genera medios de asunción de responsabilidades. El titular buscaba, a mi juicio, hacernos imaginar que la población prefiere una mascota a un hijo.

No sé si es o no es así. No es fácil generalizar en aspectos de decisiones íntimas de las personas. Pero lo cierto es que hay menos hijos y más mascotas. Lo cierto es que la natalidad se ha frenado y las tiendas de mascotas y las clínicas veterinarias han aumentado. Son dos datos que, aunque no tengan relación interna entre ellos, se dan. Así son las cosas en nuestra sociedad.

Tal vez, aunque sea políticamente incorrecto en el comentario, puede devenir la situación descrita, entre otras causas etiológicas, del sistema cultural y legal en el que el maltrato animal es un delito, como debe serlo, y la interrupción voluntaria de un proceso de gestación humana sea un derecho. La cultura que domina ofrece el caldo de cultivo para que el titular de referencia sea posible.

No tiene que ver lo uno con lo otros, me dirán, y hemos de evitar la demagógica forma de abordar estas situaciones. Pero no está mal que nos enfrentemos a la evidencia de estos datos de la vida social y que pasemos del análisis a la interpretación sana y rigurosa. ¿Qué ocurre en el corazón humano para vivir con tanto temor el nacimiento de un hijo?

Las viviendas no se fabrican pensando en la familia, la adquisición de las mismas es una tarea para escasos compradores, los alquileres son infumables, la conciliación familiar es una selva que se atraviesa sin machete en mano, etc. Es un sin fin de elementos que frenan cualquier decisión positiva al respecto. No es fácil revertir la situación. Pero es posible apelar a la valentía personal y a la esperanza en la belleza del don de cualquier vida humana.

Distinguir es importante. Una mascota es solo eso: una mascota. Más allá de esa consideración nos introducimos en espacios peligrosos que deforman la convivencia social. Entre una persona y una mascota no hay posible comparación. No se pueden pesar, en el mismo plato de la balanza y a la vez, la verdura y las joyas. No cabe unificación de precio cuando los productos son tan diferentes. No cabe mezcla si queremos ser justos tanto con las mascotas como con las personas.

Esta reflexión comenzó en un vuelo de Binter Canarias de Tenerife a La Palma, sentado en el asiento 9D y justo al lado de un perrito que ladraba dentro de un trasportín. Un bonito can muy bien peinado y adecuadamente cuidado. La mascota de una señorita muy amable y simpática.

Y sintiendo su aliento nervioso por el viaje, pensaba en un titular de la prensa.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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