Cada vez que hablo con mi asesor financiero me echo a temblar, mi tono optimista termina cambiando a un pesimismo que hace que quiera cortarme las venas.
En cuanto comienzo a hablarle de lo buena que parece estar siendo la temporada y que el año ha sido mejor de lo esperado, él balbucea un: “no te confíes”, que hace que salga temblando.
Y es que mire hacia donde quiera mirar, todos me hablan de nueva recesión, crisis y malos augurios.
Pero curiosamente los industriales con los que hablo no dan abasto con el trabajo, no tienen manos para realizarlo y su mayor problema es el del personal, ya que tienen una demanda tan alta que no llegan a todo.
Así que nada, he optado por no expresar mi opinión al respecto y escuchar a los agoreros que predicen siniestros, muertes, guerras, sequías y ruinas y hacen de las profecías realidades, ya que como dice el dicho: “de tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe”.
Aunque sinceramente, la resignación no es lo mío y siempre me gusta tener derecho a pataleta y predicar que, tal vez, otra realidad es posible.
Es bien cierto que, los intereses están subiendo, pero recuerdo los tiempos en los que comprábamos pisos al 11% de interés y los pagábamos, pero también es verdad que los precios eran más bajos, muchísimo más bajos, aunque esto me hace pensar que tal vez, toda esta gran crisis nos lleve nuevamente a una regulación más justa de los precios.
También es cierto que la vida antes era más sencilla, pero no olvidemos que nuestros abuelos y padres, trabajaban en dos trabajos a la vez para poder sacar adelante a sus familias y ahora nos quejamos de que no hay trabajadores para cubrir las vacantes en las empresas, aun teniendo, un número de parados desbordante.
¿No será que más que llamar a la mala suerte, tenemos que cambiar los valores por los que nos estamos rigiendo?
Familias que se desmoronan porque nos cansamos de luchar por ellas, trabajos que no se cumplen por bajas y demás excusas y colas en las consultas de los psicólogos pidiendo bajas por depresión.
Personas perdidas sin rumbo alguno y sin valores y objetivos por los que luchar que, simplemente se levantan por la mañana porque tienen que hacerlo.
Superficialidad en las redes, adolescentes que se creen modelos y que quieren vivir de ser youtubers y no pegar palo al agua, personas que con 60 años siguen buscando el amor de su vida, ¿pero en qué nos hemos convertido?
Creemos ser jóvenes a los 50 y queremos volver a empezar, pero nos dicen nuestros financieros que, si te divorcias no tendrás ese crédito y no podrás salir hacia adelante, así que intentamos vivir vidas al límite con la certeza de que solo existe esta y que otras vidas no son posibles.
Pero ¿Dónde queda la responsabilidad de cada uno de nosotros ante nuestra propia vida?, tal vez, deberíamos de ser más conscientes de lo que somos, donde estamos y que podemos hacer de aquí, en adelante siendo coherentes con nuestra edad, nuestra vida y lo que nos toca en cada momento.
Tal vez deberíamos dejar de padecer de ombliguismo y comenzar a mirar hacia afuera para poder ayudar a los que nos rodean y hacer entre todos un mundo mejor, más ecológico, saludable y sostenible, emocional, física y mentalmente.
Tal vez entonces, dejaríamos de ver el mundo en negativo y comenzaríamos a hablar en positivo de la situación financiera que vivimos, el mundo que nos ha tocado vivir y nuestra vida, una vida del primer mundo, de privilegiados, por el lugar donde nos ha tocado nacer o hemos elegido estar y el tipo de vida que llevamos.
Intentemos ver en positivo y no en negativo cada instante que nos rodea y aprendamos a agradecer a Dios el poder despertarnos un nuevo día, tener salud y personas que nos aman porque ciertamente, no todo el mundo está en esta situación.
Y la crisis…. Aprendamos a reírnos de ella y asegurarnos a nosotros mismos que, de esta también saldremos.