El desarrollo turístico siempre se pensó y se estableció como una oportunidad para que zonas que comenzaban a presentar un empobrecimiento latente, o se ralentizaban más de lo deseado sus beneficios, recuperaran el optimismo económico.
Si echamos la vista atrás y recordamos lo que era, por poner un ejemplo cercano, el sur de Tenerife o el mismísimo Puerto de la Cruz, tendríamos medianamente claro lo que el Turismo ha aportado al enriquecimiento de la población.
¿Alguien pensó, en algún momento, que la situación llegaría a las cotas actuales de crecimiento? Seguramente algunos “iluminados” que vieron en el Turismo un crecimiento personal al imaginar cómo podían convertir sus pobres zonas de cultivos -o ricas si se quiere-, en algo absolutamente distinto; se imaginaron a las suecas llegando como si fuera una escena de la película: “el turismo es un gran invento”. Negarse a la venida del dinero del turista era un sacrilegio económico en el que muy pocos querían incurrir. Como diría monseñor “ejemplo fácil”: ¡Un pecado mortal!
Así, promovido por los Paradores Nacionales primero, y por atrevidos y ambiciosos empresarios posteriormente, Se fue modificando el aspecto de determinadas zonas; pasando de plataneras y plantaciones de tomates, a cultivos de edificaciones hoteleras. Hoteles, en los años siguientes, de construcción aún más espectacular; tanto en belleza, como en tamaño.
A este crecimiento hotelero, le seguiría un aumento en la infraestructura y dotaciones, así como infinidad de comercios que en forma de restaurantes, bares, supermercados, etcétera, fueron estableciéndose alrededor de ellos. Todos tendrían su parte del pastel, puesto que en esos comienzos, los clientes venían con lo que se denominaba la media pensión -desayuno y una de las dos comidas-, dejando la comida que no se hacía en el hotel, para buscarla por fuera. Eso beneficiaba a ese comercio floreciente que daba trabajo a gran cantidad de familias. Algunas de ellas, incluso, daban un paso más allá y se convertían en pequeños empresarios; pasando, de asalariados a empleadores.
El “cultivo” del turismo, había venido para poblar tierra fértil como si de césped se tratara. Lo único que había que hacer era ir dándole forma y seguir ampliando sus posibilidades. ¿Que no había suficiente agua en la isla para regarlo?, pues se instalaban depuradoras de agua y desalinizadoras y problema resuelto. La cuestión era, que no se obstaculizara lo que vino a denominarse como: “El Progreso”. En su nombre, y desde una buena parte de aquellos comienzos hasta acá, se ha ido desmadrando todo. ¿Desde qué fecha concreta? ¡Exactamente, desde que se les fue de las manos!
Sí. A nuestros regidores de lo público, se les olvidó -quiero pensarlo así-algo muy importante: controlar la oferta y la demanda. Controlar el nivel de servicio a dar. Controlar que Tenerife en particular y Canarias en general no se convirtieran en un solar donde fabricar y además, hacerlo a lo loco (véase, por ejemplo, Playa de las Américas de autopista hacia arriba).
Tan a lo loco se hizo que mientras unas zonas se enriquecían mediante la especulación del suelo primero y el negocio inmobiliario, después; otras, se quedaban mirando al cielo a ver si llovía para regar sus huertos. Arico fue una de esas zonas, que quedó como zona de vertedero y poco más. Y aunque también tuviera suelo para dedicar al turismo -igual que las demás-, alguien ya tenía marcado su destino. Hoy se puede ver: sequedad y gaviotas “estercoleras”.
Tan a lo loco se hizo que al mismo tiempo que las plazas hoteleras se iban duplicando y triplicando; las empresas gestoras, se preguntaban por las razones que les obligaban a repartir su riqueza con “gente insignificante” que se habíatal vez atrevido a ofrecer fuera de sus hoteles, comidas más personalizadas y, en muchos casos, hasta de más calidad. ¿Cómo se iba a permitir tamaño atropello? Había que pensar, y pensaron. O, mejor dicho, optaron por introducir en Canarias lo que ya se había incorporado por las grandes compañías hoteleras americanas en sus “resort” del caribe y centro américa: el “Todo incluido”. Concepto que parece que tiene su origen en un club de turismo llamado “Club Mediterranée (Club Med). En el pasado, este formato de oferta turística -ofrecer dentro del mismo establecimiento, la totalidad de los servicios que un cliente pudiera necesitar-, pudiera tener su sentido. Primero, se tardaba una eternidad en llegar al sitio y una vez llegados, en dicho lugar, no habría nada más que el hotel. Y, cuando digo nada, es nada; pues, precisamente eso, es lo que se ofrecía: naturaleza, paz y relax. Y, si no hay nada por fuera, el todo incluido dentro, tendría su cabida.
De hecho los americanos lo implantaron con bastante éxito en algunas de las zonas donde promovieron grandes y majestuosos hoteles con magníficos campos de golf rodeados de áreas cuasi vírgenes o de una pobreza natural digna de mención. El nexo de unión para este tipo de servicio -todo incluido- era el darle a la clientela un soporte vital -alojamiento y todo lo relacionado con la comida y la bebida- de tal manera que se pudiera disfrutar de lo que había por fuera, sin tener que preocuparse de lo elemental. Bueno si: de llevar la pulsera.
¿Está Canarias necesitada de esas soluciones del “club Med” o “la de los americanos”, porque los turistas que nos visitan no puedan encontrar alguna de las comidas o servicios por fuera de los muros del hotel donde se alojan?
El “todo incluido” aquí, sería una forma bastante egoísta de entender el negocio turístico. Y quienes intentan afianzarla en Canarias deberían entender que, además de los hoteleros, hay más gente que querrían vivir del tema.
¿Están, nuestros gestores políticos, dispuestos a defender que, el “todo incluido” es lo mejor que, hoy por hoy, se puede ofrecer por la hostelería isleña?
La respuesta, señores y señoras gestores de lo público, la tendrían si sacaran tiempo para reunirse con los pequeños empresarios que se han instalado en las zonas turísticas convencidos de la posibilidad de crear empleos y ganarse un sustento digno. ¡Ese grupo necesita su defensa!
¿Estarán algunos empresarios hoteleros olvidando uno de los objetivos primarios: generar riqueza allá donde se instalen? Sí, eso que tanto repiten cuando presentan un nuevo proyecto para crear más planta hotelera.
Los empresarios que se mantienen en “sus trece” de repartir sus ganancias con la población que vive donde han instalado sus establecimientos, deberían hacer valer su voto en las organizaciones empresariales para erradicar ese “otro modo” de entender el negocio del turismo.
Y nosotros, la clientela, También tenemos nuestro grano que aportar: deberíamos evitar que se nos engatuse con “pulseras de goma”: lo más barato o cómodo, puede llegar a empobrecer a toda una región.