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¡Ah del castillo!

Por José Luis Azzollini García
lunes 27 de diciembre de 2021, 16:56h

En las pasadas semanas, mi amigo y compañero escolapio José Luis González Doña, nos trajo la gran sorpresa de su última creación por encargo de él mismo: Una maqueta a tamaño “pisa-papeles” del castillo del Quisisana.

Este artista cuyos trabajos se pueden apreciar en tantísimos sitios de dentro y fuera de nuestras fronteras (desde el hall de entrada del auditorio de Santa Cruz de Tenerife y en el ya desaparecido Pueblo Chico de la Orotava, hasta el parque temático de Madurodam de Países Bajos y el parque temático de Chiché-Itzá de México, entre otros) ahora, se nos presenta con esta reproducción del Colegio del Quisisana -gestionado por Los Padres Escolapios y en su momento, también por el CEU San Pablo- con cantidad de pequeñísimos detalles que todos los que la hemos podido adquirir reconocemos como nuestros.

Este Castillo según se recoge en varios artículos -entre otros, en el de nuestro, también compañero y amigo, Juan Carlos Díaz Lorenzo: “de hotel a colegio” publicado en www.puentedemando.com y de lectura recomendada- fue construido para dedicarse a hotel por un prusiano del que ya solo nos queda el recuerdo de su nombre, “Enrique Wolfson Osipoff”, gracias a que alguien decidió dedicarle una de nuestras calles. Posteriormente se convertiría en un centro de estudios donde muchos alumnos nos hemos formado. ¡Paradojas del destino!, algunos de nosotros dedicamos gran parte de nuestra vida laboral al mundo de los hoteles.

Hoy, gracias a Dios, podemos tirar de recuerdos, mirando hacia la montaña u observando esta escultura que nos entrega el artista mencionado. Pero como nadie ponga remedio, posiblemente, la única forma en la que podamos rememorar todas nuestras andanzas por sus pasillos y vericuetos será a través de esta pequeña maqueta.

De hecho, algunos de los “rincones” a los que le sacábamos el jugo los estudiantes, ya no están. El “tubo” ya solo está en el recuerdo y se intuye en la maqueta. Los bancos donde jugábamos al fútbol de monedas -juego que se puso en marcha en este colegio y que hoy cuenta con “campeonatos mundiales”, aunque sea entre compañeros- tampoco están ya, pues se fueron en una de las necesarias reformas de ampliación del colegio al haberse eliminado el de la Rambla -Colegio de madera- y el de la Plaza de Los Patos –El “Pious School”- . “La curva” donde se resolvían algunas diferencias entre compañeros, ya perdió la intimidad que se necesitaba, puesto que la calle la han continuado hacia la urbanización limítrofe y, algunas de las antiguas escaleras, han sido transformadas en útiles rampas.

Así y todo, el colegio-castillo sigue manteniendo su impresionante planta dominando la ciudad. Los padres escolapios se esfuerzan en conseguir que sus muros se mantengan en pie. Pero no nos engañemos, el edificio tiene grandes deficiencias de mantenimiento y requiere que, entre todos, se consiga que continúe siendo un emblema de nuestra Muy Leal Noble, Invita y Muy Benéfica, Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife.

Y cuando digo todos, me refiero a la totalidad de las personas que pueden implicarse en ello. Desde la propia Congregación de Padres Escolapios, hasta los Antiguos Alumnos y por supuesto, nuestras instituciones públicas.

Se sabe que la implicación de lo público comporta una cantidad impresionante de papeleo, de gestiones y de decisiones. Se sabe que emplear dinero público en edificaciones privadas puede levantar ampollas y hasta oportunidades para quienes gustan de llevar todo a la Justicia o a las profundidades cavernosas de la política.

Pero como no soy persona que se amedrente con poco, se me ocurre que tal vez y solo tal vez, se pudiera conseguir llevar a buen puerto algún tipo de convenio por el que parte de la edificación del Quisisana se pudiera dedicar a eventos culturales -talleres, exposiciones, cursos, etc.- de promoción pública -salones hay y de sobra- y, a cambio, esta parte podría mediante convenios de talleres de construcción -que “haberlos, hay los”- proceder a la restauración y/o mantenimiento de la parte más antigua del Castillo al tiempo que se forma a personal desempleado. ¿He dicho alguna locura? Creo que no.

Seguro que si se reunieran los rectores del colegio y los del Ayuntamiento y Cabildo, se podría alcanzar algún tipo de fórmula. Lo Importante es que el Quisisana, siga siendo ese majestuoso edificio que se asoma cuando paseamos por las Ramblas de Santa Cruz. Esa espectacular construcción que se erige cual si fuera una atalaya defensiva de la cultura de nuestra isla. Ese recuerdo vivo de promociones y promociones de estudiantes que nos formamos al ritmo del himno y valores calasancio.

A mí me cuesta mucho pensar que por desconocimiento o por cualquier otro motivo, El Quisisana pueda terminar sucumbiendo al paso de los años y termine por desaparecer. Y, llegados a este punto, no vale ni se puede hacer valer ninguna postura esquiva del tipo: “que se encarguen los curas, que para eso lo ganan bien”. Desconozco cuanto puede costar mantener un colegio hoy en día, pero no me gustaría ser quien acarreara con la responsabilidad de pagar las facturas. Me consta que el mantenimiento del día a día que necesita este colegio es mucho mayor que si se tratara de un colegio de nueva creación. En este caso, hablamos de un edificio histórico y por lo tanto que no se puede, ni siquiera, imaginar el perderlo. En mi caso, he podido constatar que en efecto está muy bien mantenido porque me han permitido hacer un reportaje fotográfico de su interior. La zona de aulas ha sido modernizada y está impecable. Pero tiene zonas de menos uso -edificio más antiguo-, que requieren de una intervención con, digamos, cierto interés. Hablamos de rincones que impactan por el sabor añejo que tienen y por la historia que dejan entrever sus viejas paredes. Zonas de antiguas aulas de pizarras y pisos de madera que crujen al caminar sobre ellos. Almenas de escaleras tortuosas. Azoteas con vistas espectaculares, etcétera.

Señores gestores del Ayuntamiento. Señores gestores del Cabildo. ¿De verdad, no creen que merecería un esfuerzo mantener una conversación con los rectores del edificio para ver si se pudiera necesitar el establecer lazos colaborativos? Son ya algunas edificaciones que languidecen por no haber anticipado su renovación antes de que llegara un lógico y más que aparente envejecimiento irreparable -El Balneario, por ejemplo-.

A mí como escolapio y ciudadano de Santa Cruz, ya me dolió la desaparición del viejo edificio de madera que era el colegio escolapio de La Rambla, así como la del majestuoso edificio que albergaba el Pious School.

A mí, al menos, me quedará la maqueta de “Doña”.

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