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El agujero de la soledad

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 23 de diciembre de 2021, 06:00h

Normalmente quien escribe en estos espacios periodísticos suele hacerlo pensando en los lectores. En lo que ellos quisieran escuchar o en lo que debieran escuchar. Un escrito existe porque existen lectores que son, a la postre, los protagonistas de la relación. Hay una relación de encuentro entre ambos extremos. En mi caso se produce un diálogo imaginario, pues yo no los conozco a ustedes. Los imagino, pero no los conozco. De vez en cuando, por esos mundos de relaciones múltiples, me llega algún eco.

Hay quien afirma que se escribe para agujerear la soledad y crear puentes imaginarios por los que invitar a otros a tu propia vida. Tampoco es mi caso. Tal vez escriba para ayudarme a mí mismo a pensar haciéndolo en voz alta. No porque tenga algo que decir, sino porque de esta manera descubro realidades sugerentes que me enriquecen dándole libertad al pensamiento. Como si yo fuera también lector de lo que escribo y quisiera dejarme sorprender de nuevo por algo que aún espero que sea dicho.

Hoy me gustaría seguir imaginando y ponerles rostro a quienes han iniciado la lectura de este texto. Imaginar los múltiples oficios y labores a las que dedican su existencia, los hogares y realidades familiares diversas en las que el amor se les hace presente y la dificultad, tantas veces, cobra ventajas. Imaginar que perteneces a ese horizonte amplio de la vida social que siempre es más diverso de lo que podemos clasificar. Y desearte, de corazón, una Feliz Navidad.

Lo bonito de la Navidad es que el divino Bebé se hace presente en cualquier realidad, en todo lugar. No hay sitio indigno para el que no desdeñó un pesebre. ¿No nos hemos dado cuenta de la variedad de belenes que se elaboran? No hay dos iguales. Yo puedo recibirlo desde mi vulnerable existencia y desde mi precaria voluntad. En este desorden que soy puede haber sitio para él. Porque es Palabra encarnada; como puesta por escrito para que pueda ser leído por cualquier lector. Un discurso envuelto en pañales y capaz de ser entendido en cualquier idioma o dialecto existencial.

La Navidad no es una fiesta para ser descrita, sino para ser cantada. Los pastores y los magos de oriente llegan y adoran. La adoración del misterio. Adorar excluye los discursos y acoge su infinita grandeza con infinita humildad. Pliega toda pretensión ante lo contemplado y calla, dejando que cante el alma. ¡Cómo se puede existir tanto amor!

¡Cómo encaja en mis deseos! ¡Cómo responde a mis búsquedas! ¡Cómo puede serme tan cercano siendo tan diferente, distante y grande! ¡Jamás lo hubiera imaginado así! Decía Borjes, que los poetas y los ciegos se parecen -él habitaba ambas islas-, pues ven lo que nadie puede ver. Que los poetas escriben para poder ver. No porque vean, sino porque están ciegos y necesitan ver.

En estas próximas fechas navideñas, entre luces y villancicos, entre los reencuentros familiares, comamos lo que comamos y bebamos lo que bebamos, les desea a mis lectores que podamos tener un momento para contemplar el misterio de Belén y adorarlo. Que lo contemplemos con alma de poeta para ver lo que nadie puede ver.

Feliz Navidad.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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