En todas las ciudades que vamos visitando, nos encontramos con puntos de referencias de obligada visita. En cada uno de esos rincones, lo normal es encontrar cafeterías y/o bares estratégicos donde sentarse y de forma pausada disfrutar del ambiente del lugar.
Cuando, por ejemplo vas a Venecia, todas las recomendaciones te conducen hasta la Plaza de San Marcos -cuando no se inunda, es un placer sentarse en alguna de sus cafeterías y tomar un capuchino o lo que se tercie-. La elegancia del lugar invita a sentir el ambiente de forma diferente. Ayuda mucho, o muchísimo, la decoración de los establecimientos, su mobiliario y la uniformidad del personal que los atiende. Pueden ser más o menos profesionales -casi siempre lo son- pero su uniformidad les confiere un estilo de elegancia. Cuando nos sentamos en sus cómodas sillas -más bien sillones- nos sentimos, además de cómodos, unas personas importantes. ¡Estamos sentados en una de las cafeterías de la Plaza de San Marcos!
Pasa lo mismo cuando nos paramos a tomar una “cup of café con leche” en la Plaza Mayor de Madrid. Tal vez menos elegante que la de la ciudad italiana, pero sus sillas y mesas, han sido testigos de grandes tertulias y momentos agradables. Casi puedes sentirlo al sentarte en ellas. Son muebles algo viejos ya, pero el “empaque” que le dan al lugar, sugiere seguir manteniéndolos o encargar otros del mismo estilo. Su personal, siempre con una uniformidad a la antigua usanza -chaquetilla blanca y corbata de pajarita negra sobre camisa blanca-, imprime el carácter de punto de referencia al que me refiero.
Vayas donde vayas, Venecia, Florencia, Roma, París, Madrid, Barcelona, Salamanca, o el mismísimo Puerto de la Cruz, siempre encuentras lugares con carácter. Es como si existiera un diseño determinado para montar cafeterías con un enfoque distinto, algo más allá del mero negocio.
Resulta extraño cuando, en algunos de esos lugares estratégicos que seguro cada cual tiene en su memoria, te encuentras con terrazas y cafeterías con decoración y estilo de turismo de masas. No es ni mejor ni peor, solo que cada estilo tiene su lugar. A poca gente se le ocurriría instalar un “chiringuito” de playa en medio de la Puerta del Sol en Madrid o en la Plaza de España de S/Cruz de Tenerife aunque la “carca” lo pudiera sugerir. Me refiero a eso: cada cosa y estilo, en su lugar.
No podría imaginarme el café Gijón, con mesas y sillas de aluminio o del plástico blanco que ahora se ve tanto. No sería capaz de visualizar a Don Santiago Ramón y Cajal, de tertulia con su discípulo, D. Benito Pérez Galdós, en un sitio que no dispusiera de mesas de mármol y sillas de hierro forjado o de madera. Se me romperían los esquemas si tuviera que distorsionar la imaginación, para verlos sentados en una silla y mesa de plástico. Estoy seguro de que, aún hoy, no se hubiera decorado el local con otra cosa que no diera el ambiente cálido que aportan los materiales nobles.
En Tenerife, también se contaba con lugares emblemáticos en los que la tertulia acompañada de un buen café y una copa de licor eran posibles. Todos han ido desapareciendo y con ellos, las tradiciones y los puntos de encentro.
Uno de esos lugares que reunía a mucha gente de Santa Cruz era El Quiosco-bar de los Paragüitas, ubicado en lo que hoy es un terraplén de tierra batida junto al recuperado arco de entrada a la Alameda del Duque de Santa Elena. Lugar de reunión, de aperitivos y de grandes debates. Su personal con su atuendo tradicional de “camarero de clase”, con su lito blanco en el antebrazo y bandeja bien llevada en lo alto, te servía las cañas, y berberechos -especialidad de la casa- que tan famoso hizo al lugar. Hoy todo aquello, que rezumaba tradición y “lugar pintoresco” ha quedado sustituido por arena prensada, y un par de cafeterías llenas de mesas, sillas de plástico. Es posible que esto de ahora guste más que lo de antes pero, desde el punto de vista de imagen comercial y pensando en el Turismo de cruceros, la diferencia entre lo pintoresco y lo moderno, es sustanciosa.
Junto a este punto de encuentro, se encontraba también el Restaurante Café Atlántico. “El Atlántico” de toda la vida. Un lugar casi con tanta historia como la de la propia ciudad de Santa Cruz de Tenerife.
Recuerdo toda aquella terraza cubierta por unos grandes toldos y sillas de madera y hierro alineadas como si estuvieran en la terraza de un crucero y donde, las tertulias, se prolongaban hasta la hora de la cena. Todo lo que se respiraba en aquél punto de encuentro era glamour, elegancia y “categoría”. En dicho lugar -se afirmaba- se reunía lo más “granado” de la ciudad, al mismo tiempo que también era frecuentado por “la picaresca” chicharrera. Muchos negocios se llevaron a cabo sentados en el lugar. Muchos zapatos se lustraron en los puestos de “limpiabotas” que existían en el entorno.
En días pasados he tenido la oportunidad de pasar por el lugar y compartir con un amigo unas cañas y algo de “picar”. La bebida fresca y buena; la tabla, de quesos variados, no estaba mal; el “almogrote”[1] no parecía auténtico, pero se ofreció como acompañante de las cañas y, por tanto, agradecido. Pero, el entorno… ¡Ay, el entorno! La reforma que se le hizo al local, ha servido para romper con el pasado. No entro a valorar si está mejor o peor que antes, pues para eso, hay tantos gustos como personas. Lo que si digo es que, ahora, es una cafetería más. No hay diferencias significativas, entre este punto de encuentro y otro que puedas encontrar, como bien opinó mi amigo, en Playa de las Américas. El blanco impoluto, predomina sobre la calidez de la madera. Los camareros van ataviados con vestimenta que nos traslada a cuba o al mundo de los Indianos. Eso, insisto, no es ni bueno ni malo; es un uniforme que, seguramente, será hasta más cómodo que una chaquetilla y un delantal negro de los de antes. Pero la elegancia… Esa, se perdió en el armario y en la tienda de muebles -predomina el plástico blanco que te encuentras en cualquier cafetería de cualquier otra parte-. Me pregunto si la puesta en escena adoptada por los restauradores, es la apropiada para una cafetería situada en la cercanía de La Plaza de España de la muy Leal, Noble, Invicta y benéfica, Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife. ¿Romper con el pasado, ha de ser a costa de romper con lo señorial? ¿Se olvidaron en el Real Casino de poner alguna cláusula de no modificar el carácter señero de su entorno?
Llegará el día en el que, algún Alcalde, considere que a Santa Cruz, comienza a sobrarle tanto diseño de plástico y le venga bien ese “toque de elegancia” que muestran las cafeterías emblemáticas de las ciudades importantes.
Santa Cruz, ¡Mayday! ¡Mayday!
[1] Almogrote, para quien no conozca el término, es una delicia típica de La Gomera, elaborada con queso muy curado gomero con la textura de un paté. Quien ha probado el auténtico, capta la imitación.