La tercera autoridad del país, la presidenta del Congreso, la Excelentísima Sra. Meritxell Batet, máximo responsable del poder legislativo, ha mantenido un pulso con el Tribunal Supremo (TS), inducido por los partidos que conforman el poder ejecutivo, desde la Mesa del Congreso. El objetivo era meridiano; intentar dilatar y evitar la inhabilitación al diputado de Unidas Podemos Alberto Rodríguez, condenado por agredir a un policía.
El Presidente de la Sala Penal del TS le ha hecho saber, mediante una misiva, que no está entre las funciones del tribunal el de asesorar, a otros órganos constitucionales, sobre aclaración de sentencias. En la misma, le informa que la representación procesal de D. Alberto Rodríguez, promovió la aclaración de la sentencia en base a la Ley Orgánica del Poder Judicial y que se le había contestado en un Auto hacia menos de una semana, que la sentencia resulta perfectamente inteligible y que no incluía “errores materiales manifiestos” que deban ser rectificados.
No contentos con el intento de utilizar los derechos de la casta, que tanto han criticado, para driblar una condena y mantener una situación de privilegio, otra ministra del gobierno de España, Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, mantiene que Meritxell Batet y el Alto Tribunal habían incurrido en “prevaricación”. Continua afirmando en redes que “Alberto Rodriguez fue condenado a pesar de las pruebas que demuestran que él no estuvo allí. Que el objetivo era quitarle el escaño”.
Como no vamos a estar preocupados los ciudadanos con algunos partidos políticos, ante esta escalada de despropósitos que intentan maniatar al poder judicial, sus indisimulados esfuerzos en colocar magistrados más comprometidos con ideales e intereses partidistas que con la justicia, en trabar a la Fiscalía General manteniendo a la ex ministra del propio gobierno dolores Delgado y en el paso directo de otro exministro a la Audiencia donde se acumulan expedientes que les afectan directamente. La percepción ciudadana es inducción al empobrecimiento severo de la calidad democrática. Como para temblar.
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