Mucha gente de fuera, suele preguntar a la gente que vive en Tenerife por los “guachinches” de esta isla canaria. Sin lugar a dudas, son lugares que se han ganado a pulso su buena fama. Y tal y como suele suceder, ha funcionado, y muy bien, el “boca a boca” a la hora de llevar a cabo una difusión de sus argumentos gastronómicos. Aunque ha habido algunos intentos, aún no se ha hecho nada por declararlos como bien cultural.
Tanto es así, que algunos restaurantes en Canarias, se han atrevido a ponerle el sobrenombre de este tipo de establecimientos a su propio nombre. Para entendernos, es como si alguien quisiera vender un coche modelo seat 600 y para ello, lo pusiera a la venta como “vehículo mercedes seat 600”. Sin entrar en debates sobre la idoneidad de comprar un “seat 600” o un “Mercedes”, creo que estaremos conformes en que eso no suena muy apropiado.
Algo parecido se está observando en el mundo de la restauración. Algunas personas no están sabiendo respetar lo que a determinados pequeños empresarios del campo, les ha costado poner en la órbita de la restauración. Y, como he comentado, ya se suelen ver, con más frecuencia de la deseada, nombres de restaurante a los que se le ha añadido el apellido “guachinche”, ignorando a quienes intentan vender sus vinos con esa posibilidad que Turismo les ha concedido: El Guachinche.
Para entender mejor la situación el ninguneo del que hablo, veamos un poco la singularidad de estos establecimientos. Partamos del hecho de que más que de establecimientos, deberíamos hablar de recursos. Estamos refiriéndonos a que cuando hablamos de guachinches como establecimiento de restauración, nos referimos -en la mayoría de casos- a una parte de una vivienda (puede ser un garaje, un cuarto de aperos, o simplemente una parte del jardín) donde el cosechador de vino a escala no industrial, ha organizado una pequeña infraestructura para poder vender su propio producto acompañándolo de algo de comer. Es decir, hablamos de que lo importante es vender su vino, y para llevar a cabo ese cometido, alguien de la familia o incluso el mismo cosechador, preparará algo de comida típica de la tierra. La realidad les ha llevado a que lo que se prepara de condumio ha sido tan bien elaborado que, estos rincones han ido cogiendo fama casi más por lo que se sirve de comida que por el propio vino. Esto último admite mucho debate, sobre todo porque son muchos los pequeños cosecheros y muchas las zonas donde se siembran viñas. Y en las cosas del vino hay mucha gente que entiende, aunque no entienda. Lo cierto es que lo que se come, está muy pero que muy sabroso.
Este tipo de negocio que ha surgido desde las bodegas particulares, no es algo único en España. En Galicia también tienen un tipo de negocio con el mismo concepto de venta de vino acompañado de viandas de la tierra. En aquellos lares los llaman “Furanchos” o “Loureiros”. Cambian los nombres, pero se asemejan en el fundamento. Incluso, en nuestras tierras canarias, también existe algo muy parecido a nuestros “vende vinos”. Tan similares son, que parecen una copia sin ningún tipo de rubor: los llaman “Bochinches”. Tal vez sea el resultado de la cantidad de gente que provenientes desde la isla hermana de Gran Canaria, venían al norte de Tenerife durante los fines de semana de “boncho” para ir recorriendo “los altares” del dios Baco. Por alguna razón ellos los llamaron “Bochinches” y han tratado de convencernos de que, realmente, ese fuera su nombre. En fin, no voy a entrar en discusiones que no conducen muy lejos. La realidad de su nombre, parece que tiene más que ver con algún inglés, y su frase: “I’m watching you” que en su pronunciación sería algo así como: “Ai guochin yu” y de ahí, el campesino que no se suele complicar mucho la vida, terminó diciendo: hay un Guachinche. La realidad es que ese nombre ha llegado a nuestros días en forma de lugar donde se puede beber y comer barato, probando buenos vinos y degustando suculentos platos de la tierra.
Desde La Consejería de Turismo se ha tratado de poner orden a este tipo de confusión entre uno y otro tipo de negocios, y ya existe una normativa al respecto (desconozco si, también, se ha creado ya el premio guachinche). Imagino que además de las diferencias propiamente dichas referentes a la calidad, existirán otras de índole fiscal. Pero también hay otras diferencias más, como por ejemplo, que los guachinches tienen, por definición, un tiempo de apertura que dependerá de lo que se tarde el dar salida al vino que hayan sido capaces de elaborar; cuando en el resto de la restauración puede estar abierto todo el año. Los restaurantes, además, pueden vender el vino propio y el ajeno; servido directamente del garrafón y/o embotellado. Mientras que en los establecimientos nacidos para lo que han nacido, solo se podrá despachar el vino propio, normalmente vendido en pequeñas botellas de cristal (hasta hace poco en las pequeñas botellas de una reconocida marca de refresco que tenía la medida de ¼ litro (la medida más habitual cuando son dos las personas que desean probarlo: -ponga una cuarta de vino, por favor-). Después, poco a poco irán cayendo otras cuartas más de vino, o se pasará, directamente, a la media. No se despacharán más bebidas que eso y tal vez algo de agua, aunque haya que soportar las miradas del mago (campesino canario), o de la clientela de ese momento. Si se pide un refresco, mal; y si se solicita una cerveza bien fría, igual de mal. Al “guachinche” solo se va a beber vino. Y, no cualquier vino. Solo se despachará el vino del dueño. Si quien lee este escrito, desea beber otra cosa, deberá trasladarse a un restaurante, a un bar, o a un bodegón. O, incluso a aquello que antes se llamaban “casa de comida”, y que hoy han ido cambiando su denominación por bodegón o tasca. Que digo yo que sería por algún tipo de complejo no identificado porque, ¡mira que era bonito el nombre de “casa de comida”!
Las comidas típicas que más podremos encontrar en los guachinches, serán el bacalao encebollado, el conejo en salmorejo, carne de cabra, las asaduras y algo de carne a la brasa, casi siempre con sus papas arrugadas como guarnición. Pero ojo, si encuentra todos estos manjares en el mismo sitio, puede que esté Ud., en un sitio distinto a un “vende vinos”. Podrá ser, como he dicho, un bodegón, una taberna, una tasca o lo que se tercie; pero en un guachinche, por Ley, solo podrá tener tres platos a servir: un primero, un segundo y un postre. Hasta hace muy poco, yo estaba confundido y pensaba que podían ofrecer dos de primeros, dos de segundos y dos postres, pero un amigo que entiende más de esto que yo, entre otras cosas porque a él le corresponde la responsabilidad de que se respete la Ley de este tipo de negocios, me hizo ver mi equivocación.
Sea como fuere la realidad y lo que trato de explicar en este escrito es que, por una cosa o por otra, hay gente en el mundo de la restauración, que tal vez para darle un toque más rustico y pintoresco y captar al turista que busca lo autóctono, le añade este sobrenombre al de su local. Sería bueno que pusieran más empeño en diferenciarse por lo que sirvan y por como lo sirvan que por apropiarse de algo que no les pertenece. Al fin y al cabo tienen todo el año para ir ganando clientes, y si muchos lo consiguen sin añadir lo de guachinche, ¿por qué no juegan todos con la misma baraja?
A quienes vengan a Tenerife desde fuera de la isla, no se dejen engañar: en el guachinche no se sentarán en cómodos asientos, no busquen decoraciones magníficas, la mantelería será tipo hule, o de madera directamente. Pero sí que conocerán la verdadera esencia de la gente de campo, beberán buen vino en la mayor parte de ellos y probarán algunos platos típicos de nuestra gastronomía. Lo ideal no es ir a uno de ellos, sino “ir de guachinches”, que significa que irán recorriendo una ruta concreta probando el vino de cada bodega y eso sí, teniendo que sacrificarse, uno de los del grupo, a no beber o contratar un taxi para que les lleven. Esto último, no es mala idea, pues este gremio suele conocer muchos de ellos, por la cantidad de gente que han hecho uso de sus servicios.
Y, como seguramente estará varios días en Tenerife, déjense aconsejar por sus familiares, guías, o población en general, sobre los buenos y serios restaurantes, tascas, bodegones y casas de comida, donde también encontrarán gran cantidad de platos de canarias y vinos embotellados de las islas y de fuera, que harán de su estancia un estudio completo de nuestra cultura gastronómica. Y, de esa manera, podrán ver por ustedes mismos/as las diferencias en unos y otros locales.
Disfruten de su estancia en Tenerife, pero eviten ser confundidos. Un guachinche no es un comodín, y no sirve para todo. Únicamente, abre unos meses al año partiendo, normalmente desde el mes en el que se abren las bodegas y solo para vender su vino con sabrosos platos a un precio adecuado.
¡Buena ruta de guachinches!