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Me alegra no callar

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 16 de enero de 2020, 07:00h
Cuando se llega a casa ajena lo primero que se estila, por coherencia y educación, es saludar a los de casa. Pues eso quiero. Me han invitado a colocar semanalmente “negro sobre blanco” mi opinión es este medio de comunicación y, a quienes ya lo habitan como colaboradores o como usuarios de su labor, quiero saludarles. Considero un honor poder compartir con otros lo que pienso, y hacerlo con la sencillez de quien se arriesga a que le lean y, por tanto, a asumir el reto del acuerdo o desacuerdo. Como dicen que la persona es dueña de sus silencios y esclava de sus palabras, yo quiero asumir esta “digna esclavitud” que, para mi será siempre escuela de libertad. Quien calla no debe después apelar a la queja; por eso, porque las cosas pueden cambiar, me alegra no callar.

Aunque ciertamente estamos asistiendo a un exceso de palabras y a una escasez seria de acciones. Se nos va la fuerza por la boca. Y lo peor es que las palabras que se pronuncien no siempre respondan a la verdad. Asistir a mítines o discursos cargados de afirmaciones cesgadas, incompletas, manipuladas y demagógicas no lo defino como aportación alguna sino como exceso verbal. Sobran esas palabras. La belleza de la verdad se necesita para salvar esta sociedad. Y digo “verdad” y digo “belleza” con toda intención. Nada hay más feo que una mentira, aunque sea revestida de media verdad.

Dostoieski nos recordaba que “se puede vivir sin pan, pero no se puede vivir sin belleza”. Y cada vez se hace más necesario recuperar la educación para la belleza que nace de una vida verdadera. No son buenos ejemplos los insultos, las mentiras, las amenazas y descalificaciones. Son feas, en el sentido de lejanas de aquella verdad que hace libres a las personas.

Una vida puede ser bella, no solo una persona o una cosa. La vida puede ser hermosa si es digna. El cuidado de la dignidad embellece la realidad y no hay nada más feo que lo que no responde a la naturaleza inteligente y libre de una persona. No está lejos de la verdad aquella afirmación que reconoce, con la esperanza que nunca se debe perder, que la belleza salvará a la historia. Porque cuando respiramos el escepticismo que cuestiona la verdad, y el relativista que amenaza el bien, solo nos queda el salvavidas de la belleza. Tal vez buscarla nos hará encontrar el bien y la verdad a la vez.

Es don y tarea. Es espontáneo y a la vez se educa. Como decía Parménides, “bello es el esplendor de lo íntegro y proporcionado”. De una forma más concreta “lo que visto, place”. Y lo espontáneo que place necesita el esfuerzo, como tarea, de buscar la integridad y la proporcionalidad. Así son las cosas.

La belleza salvará, sin duda, la historia de este mundo que posee tantas caras feas en un poliedro espléndido.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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