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Luz y tinieblas

martes 17 de noviembre de 2015, 10:54h
Tras los brutales atentados del viernes pasado en París se ha producido, como no podría ser de otro modo, un auténtico alud de análisis y opiniones, desde valoraciones periodísticas de urgencia hasta sesudos estudios de profesores universitarios y también declaraciones de políticos y gobernantes. Algunos análisis ponen mucho énfasis en los antecedentes de las políticas de las potencias occidentales en los países musulmanes, que serían responsables del surgimiento de los movimientos terroristas yihadistas, otros en el hecho de que la mayoría de los miembros del EI son ciudadanos europeos, de origen en algún país de mayoría musulmana, pero muchos ya de segunda o tercera generación y, por tanto, son el reflejo del fracaso de las políticas de integración y otros se decantan más por la confrontación pura y dura, considerando que existe una guerra en la que los terroristas intentan liquidar nuestra civilización, pero que no son un fenómeno aislado de una minoría radicalizada, sino que constituyen la punta de lanza de una corriente de fondo mucho más extendida en el mundo islámico, que coincidiría en el objetivo final, aunque quizás no en los métodos brutales.

Las declaraciones de los políticos franceses, apoyadas por sus homólogos del resto de países occidentales, afirmando que estamos en guerra contra el terrorismo global, pueden reforzar, aunque no sea su intención, la sensación entre los ciudadanos de que se trata de una guerra, no contra los yihadistas, sino contra el islam, lo que puede tener consecuencias desastrosas, desatando una oleada de islamofobia que separe aun más las comunidades musulmanas europeas del resto de la sociedad, incrementando el resentimiento y la sensación de exclusión, perpetuando la confrontación y llevando a miles de jóvenes europeos a ingresar en las filas de las organizaciones terroristas.

En una cosa tiene razón el primer ministro francés Valls, los ataques a Francia, aparte de las intervenciones militares francesas en Siria y en Mali, se deben a que el país galo representa los valores occidentales fundamentales, no solo las famosas libertad, igualdad y fraternidad revolucionarias, sino también la racionalidad, el laicismo, el respeto a todas las religiones y su separación de la gobernación del estado, valores que los fanáticos odian ya que son todo lo contrario de aquello a lo que ellos aspiran.

En el siglo XVIII el espíritu de la “Encyclopedie”, dirigida por Diderot y D’Alembert, que tenía como objetivo recopilar todo el conocimiento de su tiempo, el racionalismo de Voltaire, la teoría de la educación como elemento de liberación de Rousseau, suizo francófono y el trabajo de tantos otros enciclopedistas, que iluminaron a las sociedades europeas con la Ilustración, que oponía la razón, el laicismo y el materialismo al oscurantismo monárquico absolutista, aristocrático y religioso del “ancient régime”, desembocaron en la revolución francesa y, en último término, en el establecimiento de la república. Nosotros en España nos quedamos con la monarquía y con nuestra propia versión absolutista del “ancient régime” y así nos ha ido. Hemos tardado dos siglos en subir al carro de la modernidad y aún tenemos un pie en el estribo y medio cuerpo fuera.

Los yihadistas quieren acabar con nuestra civilización y hemos de defendernos. Es necesario reflexionar sobre los errores del pasado y sobre como hemos de reorganizarnos en función de la nueva realidad multicultural de nuestras sociedades, pero primero es urgente liquidar al enemigo que nos está atacando en este momento. Los bombardeos aéreos por sí solos no bastan. Como han demostrado los kurdos, los únicos que han conseguido victorias sobre el EI, ayudados por los ataques de los aviones de la coalición liderada por Estados Unidos, solo se derrotará al EI con tropas sobre el terreno. No se puede reproducir el error de la guerra de Irak, pero está claro que ni el ejército iraquí, ni el sirio, ni los rebeldes sirios tienen capacidad de enfrentarse a los terroristas. Es urgente una acción concertada internacional, un acuerdo que incluya a Estados Unidos, Rusia, la UE, Arabia Saudí y sus aliados e Irán, que conduzca a la derrota del EI, la restauración de la integridad territorial Siria y unas elecciones libres en las que los ciudadanos sirios decidan el destino de El Assad y, en su momento, si procede, su presentación ante el tribunal penal internacional para ser juzgado por sus crímenes.

En Irak, tras la derrota y eliminación del EI, se debería negociar con los líderes tribales sunnís, para establecer un acuerdo de reconciliación con la mayoría chií y, en su caso, con los kurdos, en base a un sistema federal o confederal que otorgue una amplísima autonomía a cada comunidad en su propio territorio. No se debe olvidar que el resentimiento de los sunnís tras la destrucción del régimen de Sadam Hussein fue lo que permitió el surgimiento del EI en el territorio sunní de Irak y que sus líderes y estrategas militares proceden en su gran mayoría de la elite del ejército de Sadam.

París es la ciudad de la luz y los ataques de los terroristas nos quieren arrastrar a las tinieblas, a su ideología tenebrosa que pretende establecer un régimen oscurantista que nos haría retroceder mil o mil quinientos años. No podemos ceder, hay que actuar con decisión pero también con mesura y no repetir errores recientes.
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