Las entidades, los proyectos, los programas de acción social no son estructuras, son personas. Tienen rostros, tienen nombres y biografías. Son las personas las que llevan adelante los proyectos que se sueñan como solución a situaciones de fractura social y personal que desdicen de una sociedad del bien común.
Hoy he tenido la dicha de saludar personalmente y conocer el nombre de las personas que, a partir de ahora, van a ampliar el horizonte de las unidades móviles de atención en calle a toda la isla de Tenerife (UMAC) atendiendo a las personas sin hogar que malviven en tantos rincones, cuevas e infraviviendas de nuestra isla. Cáritas lleva ya algunos años prestando este servicio en la isla de La Palma y en algunos arciprestazgos de Tenerife. Ahora el sueño se extiende a toda la isla de Tenerife.
De la misma manera que el equipo de técnicos que van a asumir este trabajo, aquellos a los que están llamados a atender son personas concretas, con nombres y apellidos, con historias personales que les ha llevado a la situación en la que viven. Lo primero no es, ni puede ser, el juicio personal, sino el discernimiento social. No vale de nada querer conocer qué ha llevado a una persona a esta forma de vida y de quién es la culpa, sino el compromiso por reconocer que toda persona tiene derechos y hay algunos a los que no acceden o no pueden acceder en la situación en la que están.
Tenemos la tentación de pronunciar el «(…) ellos se lo han buscado». Vale, ¿y qué? Tal vez se equivocaron en alguna decisión importante en su vida. No me importa su pasado. Es su presente el que debe ser significativo para mí. Es su futuro el que está en mis manos intentar mejorar. Solo eso es lo que importa.
Me viene a la memoria aquel consejo de un santo español que decía que «No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro». Y, ¿estamos seguros que, de haber tenido la misma situación vital de cualquiera de ellos, tú y yo, no estaríamos en la misma situación? ¿Quiénes somos para juzgar a alguien? No nos toca a nosotros ese juicio, sino prestar un servicio de inclusión a estas personas que viven al margen de los recursos que consideramos esenciales. A esto se van a dedicar este grupo de mujeres y hombres que inician andadura en este proyecto de Cáritas diocesana de Tenerife.
A ellos, a quienes contemplé con rostros de ilusión y mirada de compromiso, les dedico este espacio. Y, a la vez, les propongo una frase del evangelio que me resulta paradigmática para su tarea. «(…) porque el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20). Las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta llevan haciendo esta labor en Madrid hace años. Alguna voluntaria, que en alguna ocasión las acompañó, me ha contado como empezaban la noche esas mujeres que iban en busca de personas sin techo tres noches en semana. Me decía: «Se subían al coche, hacían la señal de la cruz y decían: “¿dónde se habrá escondido Jesús esta noche?”».
Este testimonio es de una hondura teológica digna de ser expuesto en cualquier clase de Teología dogmática.