La prensa sigue empeñada en debatir sobre los aspectos jurídicos de la amnistía obviando lo fundamental, que es el porqué y para qué se necesita. De la misma manera se exponen los problemas de la justicia tailandesa evitando mencionar que un acusado se ha confesado autor de un asesinato con el posterior descuartizamiento de su víctima. Todo sería una coincidencia si no fuera porque lo segundo actúa como una cortina de humo para tapar lo primero. Así vivimos mientras se asegura que de esta forma conseguiremos el desarrollo y la profundización de nuestra democracia. Debo tener un concepto muy pobre y limitado de ese sistema, al que le salen por todos lados versiones que tienden a un perfeccionamiento que desvirtúa su naturaleza más elemental. Si seguimos en esta senda conseguiremos crear un híbrido entre la democracia real y la democracia orgánica, que son los dos extremos en los que se debate la política española.
Quizá la inteligencia artificial nos aclare cuál es el camino correcto. Hay una buena noticia: España está en condiciones de ir a la Luna cuando quiera. No me extraña en un país donde más de la mitad de sus ciudadanos están en la de Valencia con las cosas que ocurren a su alrededor. A ver si en ese viaje mandamos a la primera remesa de ricos que nos están cagando el planeta según las premoniciones proféticas de Yolanda Díaz. A propósito, creo que esta mujer, cuando dice algo de difícil interpretación, lo hace para que hablen de ella. Lo malo es que sus correligionarios se molestan si te atreves a comentar sus butades. No hay quien lo entienda. De cualquier forma, esto pasa en todos los ámbitos, porque a los posibles críticos se les manda a callar o se les desautoriza dado que no se les va a caducar el carnet de identidad.
El día que me llenaron de ceros el mío sentí que ya había dejado de existir para alguien, que ya me consideraban una especie a extinguir, y que, por tanto, no merecía la pena seguir sometiéndome al control de las renovaciones. Era un ciudadano en la lista de espera del cementerio. Menos mal que todavía hay gente de mi edad dando la lata en los periódicos, disfrazando con chistes el relato de la realidad para que no los pongan en cuarentena. Ya no veo lo que veo, ni oigo lo que oigo, ni toco lo que toco, porque me he convertido en un adelanto del no ver, un anuncio del no oír y una constatación palpable del no tocar. No quiero decirles lo que pasa con todo lo demás. Me encuentro a las puertas del no pensar.
Con tantos ceros en mi DNI me siento igual que uno de ellos, tanto a la izquierda como a la derecha. En realidad, me he convertido en alguien sin responsabilidades, a pesar de que todavía figure en los registros de la Agencia Tributaria. Este miércoles 27, presento mi última novela en Cajacanarias y esto hace que me encuentre vivo, pero luego me desengaño. Irán al acto gente como yo, personas que ya no serán susceptibles de ser renovadas, esas que formamos las listas de la obsolescencia. Pero me engaño con lo que digo. Seguro que es un efecto de mi empecinamiento derrotista.
Existe una forma de rejuvenecer, de salir de la clandestinidad de lo caduco, y es apuntarse al carro de los asentimientos. ¡Cómo nos iría de bien si fuéramos capaces de hacerlo! Conozco gente de mi edad que viven plenamente felices en este plan y me pregunto: por qué no hacerlo yo también. ¿A cuenta de qué tanta majadería en empeñarme en llevar la contraria, si se vive mejor dejándose arrastrar por la corriente? Seguro que tendría el salón lleno, pidiéndome autógrafos. Después pienso para qué quiero firmar si ya tengo mi carnet lleno de ceros. ¿A dónde voy con estas manías carruchas? ¿Qué avance es el que me permitirían mis piernas pesadas? Los ceros pesan demasiado si los miro gordos y redondos, pero si los veo como lo que son, huecos y vacíos, sin aportar ni añadir cifra alguna a mi contabilidad general, me siento aligerado y capaz de pensar sin influencia. Esa carga me han quitado de encima y ando libre por el espacio como esos seres ingrávidos que han alcanzado por fin la pureza tan ansiada para sentirse conformes consigo mismos.