Las cuerdas de cuatro guitarras
Por
Juan Pedro Rivero González
jueves 05 de noviembre de 2020, 06:00h
Las veinticuatro cuerdas sonaban maravillosamente bajo el artesonado de la Iglesia de Santo Domingo. Gemían, se alegraban, cantaban, se hacían oír como si ese fuese su lugar natural. Nada interrumpía su clamor. Un espectáculo inenarrable para un testigo que escuchaba detrás de la puerta, convirtiendo su rendija en el mejor auditorio.
La belleza evocaba una carta de San Agustín que trabajé durante aquellos estudios de historia de la Iglesia hace ya treinta años. Una sencilla carta en la que el obispo de Hipona invitaba a la comunión y mutua fraternidad poniendo como ejemplo las cuerdas de una lira. Distintas en longitud y en grosor, pero llamadas a la armonía. Y miraba por la rendija aquellas veintucuatro cuerdas como si de una sociedad se tratara y me asombraba con el bien común que producían. Todas eran importantes, todas se cuidaban y afinaba en su propio tono. Ninguna estaba excluida del conjunto sonoro de la pieza interpretada. Había armonía y afinación.
¡Cómo nos cuesta esta armonía! Somos una sociedad desafinada. Un disparate que nadie puede escuchar con tranquilidad. No generamos paz ni belleza. Pudiendo ser un concierto indescriptible, nos contentamos con chirriar desajustes recíprocos.
La semana pasada nos pedía el secretario personal de Benedicto XVI que pidiéramos por el Papa emérito diciéndonos que se apagaba como una vela. Y el sonido de las cuatro guitarras me regalaban el recuerdo de una afirmación de ese gran Papa que se apaga: “La belleza salvará la historia”. Y detrás de la rendija de la puerta seguía escuchando la belleza generada por la armonía de ocho manos adiestradas en el arte de convertir en bello la vibración de aquellas veintucuatro cuerdas.
Cuando el bien ha perdido objetividad y ha ganado espacios en nuestra valoración individual hasta el exceso, cuando la verdad es una meta inalcanzable que nos invita a remediarnos con el escepticismo, cuando la sociedad ha perdido la armonía de la verdad y el bien, solo nos queda la belleza. Eso que se despierta en nosotros al contemplar con los sentido el esplendor del bien y de la verdad. Por eso la belleza voverá a hacernos descubrir el remedio de la comunión, de la fraternidad.
Si eres un político, suena como político; si eres empresario, suena como empresario; si eres sanitario o educador, suena como lo que eres... Si eres periodista haz sonar tu condición afinada y armoniosa; si eres funcionario haz sonar tu condición de servicio público. Afinación y armonía. ¿Cómo imaginar una sociedad en la que los políticos suenen como empresarios y los educadores como políticos? ¿Cómo imaginar a funcionarios sonando como políticos o a periodistas como empresarios?
Las cuerdas de aquellas guitarras son una llamada a vivir afinados y armoniosos. Lo que decía mi abuelo: “zapatero a tus zapatos”
Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife
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