Por mucho que adornes de flores -una o mil flores- una cruz, no dejará de ser eso: un símbolo que representa sufrimiento, padecimiento y cristiandad. Es curioso que, con el paso del tiempo, un elemento de identificación cristiana, haya pasado a manos políticas y comerciales deteniéndose poco o nada en lo que representa, social y cristianamente hablando. Curioso es también lo vacía que están las iglesias, frente al lleno de las verbenas. ¿Casualidad o consecuencia?
Santa Cruz de Tenerife celebra, en estas fechas, el día dedicado a este emblema que, por otro lado, forma parte del gran nombre con el que se le conoce. Este sería otro de los significados que puede expresar una cruz.
Desde 1494 fecha en la que aparece por primera vez la Cruz, de la mano de quienes conquistaron la isla, hasta nuestras fechas, su representatividad ha sido variopinta. Los actos conmemorativos, no comenzaron a ser visibles, hasta 1896. Año en el que comienza la celebración anual de su presencia. Hasta esas fechas, no fueron tan grandilocuentes como uno se pudiera imaginar. Llegó a sufrir, incluso, algo de desidia y abandono, hasta que en 1745, se le trasladó a una pequeña capilla y, más tarde a la ermita de San Telmo, pero sin más celebraciones. Más tarde, según se recoge en una crónica de D. José Manuel Ledesma Alonso (Cronista oficial de S/C de Tenerife), un fraile dominico traslada la insignia a la capilla del Hospital de los desamparados (actual MUNA) y dejó una frase que hoy cobra un sentido que, ni el mismo eclesiástico, imaginó que llegaría a tener: “nadie presta hoy atención a esta vieja reliquia, pero llegará el día en el que todos se la disputarán” ¡Vaya que tenía razón el fraile! Entre unos que si para La laguna, otros que para La Marina y otros que nones para todos, casi consiguen convertir la cruz en un chicle. Menos mal que estaba hecha de madera y no de goma. La realidad es que se quedó en la ciudad a la que había llegado por primera vez y hoy en día, embutida en un relicario de madera, níquel y cristal, para evitar el deterioro de su madera originaria, se venera en la iglesia Matriz de la Concepción y desde allí, cada tres de mayo, se saca en procesión. Una reproducción en mármol, se puede -o se podía- apreciar, también, en el pequeño jardín aledaño a la mencionada Iglesia.
He leído que la tradición de engalanar las cruces con flores, nos la trajeron quienes vinieron a instalarse en estas tierras desde Andalucía, allá por el siglo XVI. ¡Ahí es nada! No he encontrado información sobre el momento en el que se comenzó a darle la importancia que ha llegado a alcanzar en estos momentos. Parece ser que, hace años, un exalcalde potenció este encuentro floral y tal vez eso haya sido el motivo por lo que el espacio donde colocar el gran número de cruces ornamentadas, que se presenta a concurso, se haya ido quedando pequeño. Antiguamente, se podían ver por el tramo de rambla al que se conoce como el de “las tinajas”, pero hoy en día, se pueden disfrutar en la práctica totalidad de los tramos de dicha arteria. Los vecinos, a través de sus asociaciones y otras agrupaciones, las exponen allí para el deleite de todos.
No es el pueblo chicharrero el único que destaca en este tipo de exposiciones, pues Puerto de la Cruz, Santa Cruz de la Palma, algún barrio de Los Realejos, entre otras, también participan. Pero sí que es el que más rédito político le saca. También es cierto que a esta ciudad le corresponde por ser el primer punto donde comenzó la conquista de la isla y eso tiene su peso, aunque también tenga sus detractores -de momento, no se ha medido cada actitud-. Así tenemos que la procesión de La Cruz, se desarrolla dentro de ese balanceo, aunque las caras solemnes de las autoridades que acompañan la comitiva, dejan entrever un ejemplo de una unión cívico-militar-eclesiástico, digna de estudio.
El que, desde las instancias políticas, se asuma como propio cada uno de los actos que se celebran en este mes de mayo en la ciudad: La exposición de flores del Parque García Sanabria, El mencionado concurso de las cruces, Elección de la Reina de las Fiestas de Mayo, el Baile de Magos, etcétera, me produce algo de intranquilidad. Me preocupa sobremanera que, por conseguir que el pueblo esté contento, se invierta una cantidad de dinero público para algo que es tan efímero. Parece que el gasto no duela tanto cuando se paga desde la cuenta corriente del propio ayuntamiento. Un año deberían calcular lo que cuesta al erario público todo lo que conlleva esta celebración fundacional y proceder con dos acciones. La primera, descontar ese total a cada persona que pague sus impuestos en la ciudad y después pedirle que elija entre quedarse con la rebaja realizada en sus impuestos o donarla para las fiestas. El experimento, podría ayudar a reflexionar sobre lo que cuestan las magníficas fiestas promovidas por quienes quieren perpetuarse o acceder a la poltrona con el viejo sistema de “pan y fiesta para el pueblo”. ¿Una más que presumible disminución de los ingresos para fiestas, haría pensar en la desaparición de las mismas? Creo que no, pero seguramente se llevarían a cabo con la modestia que correspondiera en cada momento. Las fiestas las hace la población: participe, o no, la parte institucional. Es bueno que tengamos presente que todo lo que se nos presenta en cada uno de los actos festivos, se paga con dinero “contante y sonante” de las arcas municipales y no del que crece en los árboles. Dicha caja, se llena a través de impuestos. No es de recibo, por lo tanto, quejarse de lo que se nos cobra en tasas municipales, y después proferir críticas si en algún año, los fuegos artificiales fueron algo más flojos que el año anterior. Los presupuestos de cada ejercicio, se aprueban en las sesiones que la parte política lleva a cabo en cada Municipio. Allí se exponen, y se procede a su votación. Votación en la que, la mayoría, se llevará el gato al agua. Es bueno recordar que las mayorías se ganan en las urnas y/o en las negociaciones entre partidos con votos suficientes para gobernar. Visto así, será muy difícil que un presupuesto anual, no tenga el respaldo suficiente como para aprobarlo. La cosa sería distinta, si en los programas con los que se presentan a las elecciones, llevaran el presupuesto que necesitarán para sus proclamas. ¡Eso estaría bien!
Una vez repasada la parte histórica y la política que envuelve a la Cruz de la Muy Leal Noble, Invicta y Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife, solo nos queda rezar para que el Jurado no comience a valorar más, a todas aquellas decoraciones que lleven incrustaciones de oro entre sus elementos ornamentales. La originalidad debería seguir siendo el mejor baremo de medirlas. Estaría bien -sugiero-, contratar a “cuenta cuentos” que a modo de “modernos juglares”, recorrieran los centros neurálgicos de la ciudad, contando las historias de la misma, desde su fundación, hasta los propios avatares de la Gesta del 25 de Julio. Existen autores y compañías teatrales locales o isleñas que seguro estarían encantados de participar en un proyecto que aumente el valor cultural de estas fiestas.
En cualquiera de los casos, recordemos que en estas fechas lo que se celebra es la fundación de la ciudad y no la “infraoctava” de los Carnavales chicharreros.