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La vida sigue

Por Julio Fajardo Sánchez
miércoles 07 de febrero de 2024, 19:25h

Escribir sobre la actualidad es una lata, sobre todo cuando la actualidad es la comprobación de que algo que se anunciaba hace tiempo ya ha llegado. Lo que estamos viviendo nos temíamos que iba a ocurrir tan solo con verle el caminar a la perrita. Pero esto ya ha pasado en otras ocasiones, y lo que antaño enfervorecía a las masas se convirtió en algo denostado e innombrable. Ahora estamos inmersos en una de esas épocas en la que las gentes se persiguen, las ideas se dividen y reina la intolerancia, siempre disfrazada de diálogo.

En la lucha entre verdes y agricultores acabarán ganando estos últimos, el día en que la gente se dé cuenta de que lo primordial es comer y no puedes sacrificar al que nos proporciona la comida.

Durante el siglo XX, la imposición de determinadas ideas provocó hambrunas impresionantes y millones de muertos. Hubo guerras y exterminios masivos de seres humanos. Se ofrecían dos modelos de sociedad y uno tenía que imponerse al otro a fuerza de asesinarlo. Hay mucho escrito sobre eso de los bloques y los muros. “M, el hombre del siglo”, de Antonio Scuratti es un ejemplo. Parece que hace una condena del movimiento fascista en Italia, pero en realidad lo que pretende, si se lee con atención, es equipararlo, en intolerancia, al de sus oponentes. El mito del eterno retorno no se verifica en una regeneración del Universo, a pesar de ser en ese ámbito donde se postule. Su existencia se puede comprobar en lo local de las sociedades políticas. Es verdad lo que dice el teorema de Poincaré, que afirma que ciertos sistemas, después de transcurrido un tiempo suficientemente largo, pero finito, volverán a un estado muy cercano, si no exactamente igual al estado inicial.

En la sociología este fenómeno se presenta con bastante frecuencia, y así vemos reproducirse los mismos episodios que un día aseguramos que jamás íbamos a repetir. El ejemplo es un recipiente lleno que se vacía de contenido y la tendencia hace que se vuelva a llenar. Hablando en román paladino, para que el pueblo llano lo entienda, es algo parecido a la expresión llenársele a uno la cachimba. Hay algunos excesos que no son soportables y se ven rechazados, pero ese rechazo actúa como el dejar en barbecho a las tierras de cultivo; un descanso para la recuperación y vuelta a empezar, con mayor brío si cabe.

Estamos pasando por una de esas etapas. Ya no nos sirve lo que teníamos, que será sustituido por lo nuevo, pero el ímpetu de la innovación es tal que acaba por vaciar completamente el recipiente y entonces se inicia el recorrido de la recuperación. Estas cosas ocurren cuando la impaciencia nos hace ir a por todas. Como dice Pedro Guerra en su canción, todas las queremos, y así no puede ser. Siempre hay que procurar un respiro, proporcionar una salida, porque si no, la caldera estalla en mil pedazos. No pasa nada, nada termina ahí. Entonces se volverá a llenar lentamente con los restos de la explosión, y vuelta a empezar.

La vida es un tramo del eterno retorno, una expresión de la inercia de la creación. A todo aquel que se le ocurra hacerla variar de forma violenta le irá mal en el negocio. Somos así, no lo podemos evitar. Yo, por mi parte, sigo leyendo a Platón para comprobar que los cambios, en lo esencial, no existen, que los hombres no son ahora más listos que antes, a pesar de que la inteligencia artificial intente borrarnos del mapa. Ahora volvemos a estar en el debate de rojos y fachas, pero no se alarmen, siempre ha sido igual.

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