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La razón dilatada

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 31 de marzo de 2022, 05:00h

John Henry Newman, aquel converso inglés del siglo XIX recientemente canonizado por el Papa Francisco, dedicó su vida a la investigación histórica y teológica, y a exponerlo en sus escritos y sermones universitarios en Oxfor. Una de las muchas características de su pensamiento fue la confianza en la razón, entendida como todo movimiento de nuestra mente que, desde una verdad conocida, es capaz de alcanzar un conocimiento nuevo. Un hombre de fe (racionalidad implícita) y un académico profundo (racionalidad explícita). La confianza en la razón y su apertura al diálogo con la fe fue paradigmática en la segunda mitad del siglo XIX.

Este nuevo santo del calendario es una provocación para nuestra cultura actual marcada por una desconfianza en la razón y en una incapacidad para establecer diálogos constructivos entre disciplinas que ayuden a ir más allá en nuestra búsqueda de la verdad. Solo se debe tener miedo al prejuicio y a la ideología, que no deja de ser otra forma de prejuicio, pues nada que derive de una actitud verdaderamente inteligente puede ser objeto de temor alguno. La complementariedad de la búsqueda es básica, porque no hay nada tan poliédrico como la realidad. Y en esa búsqueda de conjunto nadie sobra si usa la razón.

La consideración de que la razón científica es el único camino para alcanzar la verdad es otro prejuicio. Como si el único análisis posible de un lienzo pintado al óleo fuese el de la ingeniería química. La contemplación estética del arte trasciende el análisis científico, ofreciendo otra vía para comprender la verdad. La búsqueda de esta nos necesita a todos y, la inteligencia y la razón humanas nos ofrecen formas complementarias de racionalidad válidas.

Es la lucha entre una razón estrecha, que contempla la realidad por el estrecho agujero de su saber, y la razón amplia de horizontes dilatados que, confiando en el amplio abanico de posibilidades de la razón humana, y confiando en su capacidad, no anula las múltiples búsquedas que dan sentido a la existencia humana. Newman es testigo del valor de la razón creyente como alma del quehacer teológico. Porque aquel lienzo pintado no solo posee el arte y la destreza del pintor, sino que puede tener presente la fe de quien lo encargó como medio para el encuentro con Dios.

Si alguien quisiera dominar a otro, sin duda, le resultará especialmente oportuno que ese otro viva bajo el signo del temor a la razón; la desconfianza de que sea posible descubrir la verdad más allá de lo que deja ver cualquier microscopio, y siempre en coherencia con lo que este extraordinario aparato de la técnica nos informa. Ni miedo a la razón, ni miedo al diálogo razonable.

Por cierto, que hace poco me dijeron que los que más saben son los que más preguntan. Tal vez porque saben que somos todos enanos a hombros de gigantes y miopes del horizonte dilatado de la racionalidad abierta. Abierta y cordial, como nos ha propuesto la creatividad Adela Cortina.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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