www.canariasdiario.com

La paz del cementerio

Por Juan Pedro Rivero González
miércoles 01 de noviembre de 2023, 15:10h

No deberíamos esperar tanto para que llegue la paz y se cumpla aquello de reconocer la paz de los cementerios. Como que cuando se muere el perro se acaba la rabia. Habría que descansar en paz desde el principio de nuestra vida. En paz, aunque no esté cerca el momento de que nuestro cuerpo muerto descanse en la fosa. La paz la construyen en este mundo las personas vivas.

La paz necesita, para poder aparecer en escena, la compañía imprescindible de la justicia. En la mayoría de los casos el conflicto y la guerra nace de la destrucción culpable de la justicia. Que cada persona tenga aquello que necesita y le conviene es el mejor antídoto para la paz. Por ello se define a la justicia como el otorgar a cada uno lo que le corresponde. Sin justicia la paz es una utopía.

Pero la justicia comienza a aparecer solo si se reconoce la dignidad de toda persona y sus derechos fundamentales. Las personas somos libres e iguales. Ahí comienza a construirse la agenda global de la paz. Y si no fuese así, terminaríamos llamando “paz” a cualquier cosa que no nos cueste sangre y muerte. Y, perdonen que les diga, no podemos llamar paz solo a la ausencia de guerra o conflicto.

El día de Todos los Santos y la conmemoración de Todos los fieles Difuntos, el 1 y el 2 de noviembre respectivamente y en este orden cronológico, nos va a ofrecer la ocasión de decir más de una vez, como expresión cargada de cariño y de alguna oración, que “descansen en paz”. Los que han construido la paz en las fronteras de esta vida temporal tendrán ocasión de descansar en paz en las praderas infinitas de la eternidad. De eso sabemos porque Jesús lo gritó desde lo alto de la montaña: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9). Ahí está la tardea y el premio.

Estos días hemos visto y escuchado manifestaciones múltiples en las que se solicita un alto el fuego, o que termine la violencia, la venganza, y los atentados terroristas en los que ciudadanos inocentes son efectos colaterales de conflictos y reivindicaciones. Y me parece bien que pidamos y sintamos la necesidad de gritarlo, que la guerra se termine, porque es una locura inhumana de la que nunca salen consecuencias plenas. Y me he preguntado si construir la paz se realiza solo gritando por la paz. Si no ocurrirá que yo, que grito por la paz, no la construyo positivamente en el entorno chico en el que sí que soy responsable. Me he preguntado si vivo en guerra con algún rincón estrecho de mis relaciones interpersonales y rozan algún ámbito familiar, laboral o personal.

No se puede pedir la paz con gritos e insultos. Porque la guerra comienza en nuestra propia garganta. La paz es una semilla de mostaza que se hará grande si se siembra en la concreta realidad de cada persona. No es lo mismo ser pacifista que pacífico. Me apunto a los contenidos válidos de ambos conceptos, pero me subo al carro del deseo personal de ser lo más pacífico que pueda ser.

Mientras llega la paz del cementerio, que mejorará si es complementada por la paz de la vida eterna en la paz divina, construyamos en las distancias cortas la paz posible de nuestras manos. Seamos un poco más justos, libres e iguales.

La conmemoración de todos los fieles difuntos -que descansen en paz-, puede ser una preciosa ocasión de sentir por dentro una llamada prioritaria a ser constructores de paz en un mundo que se derrite por el fuego de las guerras.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios