Estamos saliendo del puente. Un puente prenavideño y en el corazón de la segunda semana de Adviento. Un puente que ha tenido dos conmemoraciones muy españolas: la celebración, el día 6 de diciembre, de la Constitución de 1978, que es el marco de relaciones de nuestra sociedad y del Estado, y, el día 8, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción que alma y patrona de nuestra patria. Un puente con referencias civiles y religiosas. Como la vida misma, marcada por lo sacro y lo profano, aunque esa diferencia a mí no me conmueve mucho, como si pudieran existir realidades en paralelo y no fuese natural lo sobrenatural; o, dicho de otra manera: no tuviera que ver el alma con nuestro cuerpo.
Desde aquel preciso momento en el que lo más divino -el Verbo- se hizo carne en el seno de María -Jesús- lo divino y lo humano hacen piña de tal manera que nos ha devuelto la dicha de sabernos grandes. No hay nada verdaderamente humano que le extrañe a Dios; ni nada verdaderamente divino que no encaje con nuestra naturaleza humana. Y así hemos atravesado el puente al que algunos llaman “de la Constitución” o que algunos subrayamos como “de la Inmaculada” por eso de ser inclusivos y diversos en posturas y opciones. Pero un puente de doble vía, que nos vale bien a todos.
Un puente festivo deja en medio algún día laborable para algunos. Incluso para algunos los mismos días de fiesta son laborales por la peculiar labor que realizan. Hay profesiones que no tienen la posibilidad de hacer puentes. ¡Qué sería de todos si algunos no mantuvieran abiertos los servicios básicos! No imaginamos épocas del año en el que no pudiéramos acudir a urgencias sanitarias, o repostar en una gasolinera, o encontrarnos a un amable camarero tomando nota de nuestra comanda. Poco se valora su servicio y, si se valora, no se le reconoce su aportación al bien común.
En medio del puente funcionó el tranvía y los transportes públicos en general, los cuerpos de seguridad y los bomberos, los cines y las panaderías, los hoteles y restaurantes, las gasolineras y centros comerciales. Los hospitales siguieron prestando sus servicios, las casas de acogido y las residencias de ancianos. Y en todas ellas, los cocineros, la limpieza, la atención auxiliar, etc., mantuvo sus imprescindibles servicios. Para que algunos hagan puente, muchos sostienen las orillas de este río social. A ellos mi gratitud.
Pensaba en esta realidad porque tengo sobre la mesa dos libros que quiero dedicar. Es un proyecto para la Prisión Tenerife II. Han pedido que le dediquemos estos libros, dentro de un proyecto de lectura, para los presos. Una dedicatoria que les pueda ayudar. En prisión los puentes casi no se perciben. Siguen prestando sus servicios los funcionarios de prisión y aquellos servicios fundamentales. ¡Cuántas personas mantienen en pie la vida social durante los periodos de vacaciones o de fiestas! A todas ellas mi reconocimiento escrito.
Por eso es por lo que lo sagrado y lo profano han de ir siempre de la mano. No hay mundos paralelos. Solo hay un único mundo real. No hay dos verdades, aunque la realidad sea percibida de forma complementaria por nuestras complementarias miradas. Y este puente dual y paradójico nos lo representa de manera extraordinaria.
Gracias a cuantos han sostenido este puente de diciembre.