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La palanca de Arquímides

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 21 de septiembre de 2023, 12:48h
Nada se mueve si no es movido por otro. Así comenzaba a enunciarse, bajo el principio de causalidad eficiente, el argumento que Santo Tomás proponía para acceder al primer motor inmóvil. Con mayor elocuencia se formulaba de la siguiente manera. “Todo ente contingente tiene una causa eficiente”. Pues sí; parece que es así. Nos movemos porque existe una causa que lo hace posible. Incluso los movimientos interiores, emocionales, las decisiones personales, etc. Siempre precisamos una motivación que despierte nuestro movimiento y nuestra creatividad. La motivación precede a la acción.

Puede ser el examen y aprobarlo lo que sirva de motivación para estudiar. Ya se nota que se trata de una pobre motivación alejada del valor de un aprendizaje integral. Pero como motor que nos pone en marcha podemos entenderlo como motivador. Nos puede motivar tanto el miedo como el amor. El deseo o el asco. Siempre hay un motivo por el que hacemos las cosas.

Tengo sobre la mesa de mi despacho un libro con un título sugerente. Me quedan pocas páginas para terminarlo. La portada y el título me visita con frecuencia cuando giro la cabeza de la pantalla del ordenador por algún motivo. “Educar, se debe, pero ¿se puede?”. Un título que se me revela como un slogan o frase en una pared que insta a responder al interrogante. ¿Se puede? ¿Se puede educar?

Le he dado muchas vueltas al tema. Y creo que solo se puede educar cuando existe un motivo adecuado tanto en el educador como en el educando. Se pueden manipular conciencias y mentes con intereses torcidos; pero eso no es educar. Aunque sea un motivo, no es adecuado ni responde al deber educativo. Se puede educar cuando se descubre el verdadero motivo. Y se puede aprender y crecer por dentro asumiendo el riesgo de la propia libertad, cuando como educando alcanzamos la motivación adecuada.

¿Qué motiva hoy a un alumnado que comienza en la universidad un grado o en cualquier centro un ciclo formativo? ¿Cuál es la energía que los ha llevado a las aulas y con cuánta energía han decidido acometer el proceso de aprendizaje? ¿Qué puedo hacer yo para que mantengan encendida esa llama interior y, si no la tienen, la enciendan?

Descubrir el motivo, entusiasmarse con él, aferrarse con energía a esa causa eficiente, es el interruptor sin el cual no habrá luz para ese camino. ¿Cuál es tu motivo? ¿Cuál es mi motivo? Eso que hace que me levante por la mañana con ganas de remar en estas aguas turbulentas de la vida personal. ¿Para qué quiero hacer lo que hago? ¿Qué razones descubro en lo que hago? ¿Para qué va a servir?

Ese rosario de preguntas son importantes formularlas y, más importante aún, responderlas. En todos los momentos de la vida. No solo en los académicos, sino en los profesionales, en los familiares, en los divertidos y ociosos momentos de descanso. Triste sería convertirnos en una pieza de un engranaje social que funciona y no saber hacia dónde camina esa máquina y para qué sirve su funcionamiento. Como quien se sube a un tren en marcha y pasa la vida en su vagón, sin preguntarse nunca hacia dónde se dirige el tren.

Los motivos vitales son como la palanca de Arquímedes. Si los encuentras, moverás el mundo.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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