En el primer caso, supone un grave perjuicio para la competitividad del tejido productivo, dado que las empresas deben emplear recursos y tiempo en cumplir con todos los trámites administrativos; y en el segundo caso, la complejidad derivada de la diversidad de procedimientos existentes y el alto nivel de burocracia, pueden suponer un obstáculo añadido para las personas en su interacción con la Administración Pública, además de las limitaciones que pueden existir en el acceso a determinados trámites que solo están disponibles electrónicamente.
Según el último informe, dado a conocer, el conjunto de las páginas publicadas por los Boletines Oficiales de ámbito estatal y autonómico alcanzó el número de 1.329.865, en 2022. Cabe añadir que las Comunidades Autónomas son responsables del 80,8% de las páginas publicadas en los boletines oficiales, lo que afecta significativamente a la unidad de mercado y a la seguridad jurídica, en este caso Canarias en el año 2022 publicó 57.670 páginas, el 5,4% de las publicadas por todas las Comunidades Autónomas.
Además, las normas con rango de ley (leyes, decretos legislativos y decretos leyes) aprobadas por las islas, ascendieron a 27, el 8% de las del total del Estado.
Todo lo anterior nos muestra como el exceso de cargas regulatorias frena proyectos de inversión y eso lo vemos reflejado en los datos de Inversión Bruta Extranjera (IBE) en Canarias durante el primer semestre de 2023 que registró un total de 37.748 miles de euros, lo que se traduce en un descenso del 82,9% respecto al año anterior y eso contando con la Zona Especial Canaria, cuya finalidad es atraer inversión extranjera, para lo cual se aplican bonificaciones fiscales de calado.
En síntesis, debemos conseguir una regulación que se caracterice por su eficacia, su proporcionalidad y su racionalización, pero también por su eficiencia, eliminando las dificultades a las que se enfrentan los agentes sociales y económicos en su actividad diaria a la hora de cumplir con sus obligaciones legales, de forma que la normativa sea la mínima necesaria, lo que redunda en el ahorro de costes innecesarios. En resumen, legislar menos, pero legislar mejor.