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Junio, mes en el que don carnal se vistió de mago

Por José Luis Azzollini García
lunes 13 de junio de 2022, 13:29h

En Tenerife -imagino que en todas partes pasa algo similar- las fiestas se organizan de tal manera que difícilmente se entrelazan. La Iglesia, novia en todo tenderete, ha tenido algo que ver en esa sincronía pues, normalmente detrás de cada jolgorio, suele estar involucrado algún santo. ¡La agenda debe cuadrar!

Hay meses en los que el número de celebraciones se agolpa de tal manera que uno cree volverse loco si desea asistir a todas ellas. Pero, aun así, normalmente, la “confusión”, pocas veces llega al río. Claro que siempre hay una primera vez y la conjunción de los planetas se puede dar. Concretamente, en estos tiempos que nos toca vivir, se han alineado un planeta llamado “covid19”, con otro llamado “mundo político-pleito insular” y con un tercero al que se le podría denominar “próximas elecciones”.

La epidemia que se produjo en 2019-2020, dejó a Tenerife sin los carnavales de 2021. Eso, para la isla -me atrevo a decir que para Canarias en general- fue un varapalo duro de soportar dado el beneficio económico que aporta al erario público y a las empresas -las de Turismo tienen el carnaval como plato fuerte en sus paquetes de invierno-, y grupos “carnavaleros”. Pero, ¿qué se podía hacer? Tocaba “resignación cristiana” -periodo que anuncia la Semana Santa-. Habría que esperar al siguiente año, a ver si la situación mejoraba. Y, ese otro año, llegó y la situación aunque había mejorado algo, no terminaba de convencer a los técnicos sanitarios quienes seguían recomendando la prudencia. Y, así se hizo. ¿Se hizo así? Lamentablemente, los astrónomos, no advirtieron de la conjunción planetaria que menciono. Y, comenzaron a suceder situaciones que demandaban soluciones tan creativas, como arriesgadas. Lo del riesgo sería siempre relativo, puesto que la peligrosidad de posibles contagios, en el supuesto caso de una reactivación vírica, solo la correría quien quisiera sumarse al carro de la “normalidad carnavalera”.

La alineación comenzaba a dejarse notar y resulta que en el segundo de esos planetas -la cara A del pleito insular- había decidido celebrar sus carnavales en fecha, contra viento y marea y sin aumento de contagios. ¿Qué iba a pasar por llevar a cabo unos concursos en lugares donde no podía entrar todo el que quisiera? ¿Qué podía pasar sin sus conocidos “mogollones”? Nada. ¡No pasó nada! Bueno, en realidad sí que pasó. Y, retumbó en la cabeza de los políticos de esta otra zona de Canarias -la cara B-: ¡Los canariones, tuvieron su carnaval! ¡Cómo! ¿Qué ellos celebraron un carnaval? ¡Si señor! Y no solo eso, sino que ya han informado de las fechas para el de 2023. ¡Ah, no! Por ahí no se puede pasar.

¡Alto parado! el segundo planeta se puso en la fila -el político pleito insular- y se anunció “urbe et orbi” que, Tenerife, tendría su Carnaval, y que sería en el mes de junio de 2022 y que los de 2023 serían a final de enero y principio de febrero de ese año. ¡Vamos, hombre! ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Todos contentos, o al menos una parte de la población. La otra parte, seguimos pensando que lo suyo hubiera sido dejarlo en suspenso, aunque el primero de los planetas -Covid19- se estuviera debilitando. ¿Qué podría pasar por esperar a las auténticas fiestas carnestolendas, en febrero/marzo de 2023 y haber hecho, en 2022, un carnaval “On Line” cultural? ¿En Tenerife? ¡Cubanito!

Con este carnaval “contra natura” quien más alegría mostraba, era la parte política que veía que esa solución adoptada, se acomodaba perfectamente, a la llegada a la fila del tercero de los planetas: el de “las próximas elecciones”. ¿Quién se arriesgaba a que las murgas se metieran con ellos por no darle al pueblo pan y fiesta? Tengo mis dudas de si en el núcleo del mundillo que mantiene esta gran fiesta chicharrera -murgas, comparsas, rondallas, grupos coreográficos y mascaritas en general- no habrá, también, controversia sobre la idoneidad en el traslado de fechas. Creo haber visto algún chispazo en la gala.

La alineación de estos tres elementos, se dará -si el mono lo permite- en este mes de junio; donde se unirá una fiesta propia de enero, febrero o marzo, con las que se han de celebrar en los meses veraniegos, dentro de la cuales, están las romerías. De momento, ya hemos sido testigos de la gran gala de elección de la reina, donde las que brillaron fueron las candidatas y sus espectaculares diseños. ¡Bravo por ellas! Y al equipo que estuvo detrás de todo el montaje y dirección del evento, mi enhorabuena por un gran trabajo. Aunque la propuesta fue televisiva y algo sosilla -opinión personal-, quedó clarísimo que tuvo que llevar consigo un trabajo digno de mención. ¡Bien por ese equipo!

Si hablamos de las Romerías; en Tenerife, aun siendo todas importantes, hay unas que sobresalen sobre las demás: la de Tegueste, la de Los Realejos, La Orotava y la de La Laguna, según su orden de aparición. En el caso que nos ocupa, al meter con calzador los Carnavales en junio; la de La Orotava, es la que ha visto como se hacía coincidir la celebración de sus días grandes con el de la fiesta Chicharrera. ¿Dónde voy el viernes? ¿A la subida del Santo en La Orotava o a la cabalgata anunciadora y primer viernes de Carnaval en Santa Cruz? Ese será el dilema que muchos fiesteros tendrán que dilucidar este año al final de este mes. Dos alcaldes de un mismo partido, lo han decidido así. Si me apuran mucho, el que rige la gran Casa de Santa Cruz, ha sido el que se saltó el “ceda el paso”; porque el otro, simplemente, se ajustó a la fecha que le tocaba. ¿No se hablan? Tal vez ambos dos hayan valorado, solo, la gran cantidad de votos que se recogen tras cada fiestón. Lo único que hay que hacer, como siempre, es traer algo grandioso y novedoso. El del Carnaval, apostó con su “Chanel número 3”; y el de la Romería, trajo cenizas del volcán palmero para sus alfombras del jueves. ¿Y el pueblo? Riqui-raca al Tete y viva la fiesta. ¡Todo en su sitio!

A la gente que le guste lo tradicional, se acercará a la Villa del norte de Tenerife para ver sus alfombras y la romería. Y, a quienes les guste más la “auténtica” fiesta del carnaval, verán por la tele los concursos de rigor, y tal vez se acerquen al carnaval de día. El pueblo, como soberano protagonista, tiene claro que los carnavales no son cuando, al político de turno se le antoje, sino cuando han de ser. Febrero es mes de disfraz -se cantó en la gala- y torrijas. Verano de papas arrugadas y carretas. Quien sigue la agenda, se apertrechará los calzones, las polainas, el fajín, la camisa de lino, su chaleco y su sombrero -las magas su compleja vestimenta- y para la Villa, que ahora toca lo que toca.

Claro, que siempre estará quien vaya al carnaval ataviado con el traje de mago, o quien venga a la romería disfrazado de “lecherita”. Las consecuencias de una conjunción forzada de actos públicos de esta relevancia, puede ser, una oportunidad más, para meditar sobre lo que la población le importa al mundillo de la política. Eso sí, ¡se haga lo que se haga, será en nombre del pueblo!

Carnaval Chicharrero, en junio. ¿Semana Santa en agosto?

¡Cada fiesta en su momento!

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