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Iniciamos la partida

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 31 de diciembre de 2020, 05:00h

La idea de poder comenzar de nuevo es muy humana. Vamos cumpliendo años y la edad nos va haciendo tomar consciencia de que cada año somos más viejos. Sin embargo, al marcar el inicio de un año nuevo no pensamos que se añade un año más al cómputo de la vejez de la realidad, sino que estrenamos algo nuevo y, como tal, lo acogemos y nos alegramos por ello. Feliz año nuevo, diremos, olvidando que el mundo es más viejo y que el sol se ha gastado un poco más en los 365 días que han pasado.

Pero solo queremos ver la novedad que se despierta el primero de enero con la esperanza de iniciar algo que nos renueve también a nosotros estimulando esta capacidad humana de poder comenzar de nuevo. Recordamos con la alegría que abríamos la libreta nueva al inicio del curso académico, o el olor a nuevo de los libros de texto. Estrenar nos rejuvenece y nos hace despertar las ramas de novedad que sostiene nuestra raíz.

Y es cierto que hay una novedad escondida en todo; al menos la novedad de una mirada diferente que nos muestra aspectos que no habíamos percibido de toda persona o circunstancia. No hay dos días iguales. Ni estamos de la misma manera ese nuevo día. Esa convinación nos hace estrenar muchas cosas a lo largo de la vida.

Esta pasada Navidad he escuchado la expresión “hacer nuevas todas las cosas” en relación al bebé divino que nació en Belén. En sí mismo es una novedad, porque no nacen dos niños iguales. Cada uno de nosotros somos distintos y peculiares. Pero no se refería a las marcas ni a las huellas digitales del bebé, sino al significado de su vida que es capaz de renovar toda vejez existencial.

Si somos sinceros con nosotros mismos sabemos que es el mal moral, o sea, el pecado, lo que hace miserablemente e indigna la vida que vivimos y, como tal, nos hace envejecer el alma por la pérdida de la ilusión que el bien y la belleza despiertan. Esta es la verdad. Por eso, si alguien nos garantiza que nuestro mal es capaz de desaparecer, nos quita una cadena del cuello y la edad de nuestros años. Es la buena noticia que encontraron en Belén aquellos pastores. Algo nuevo que salta hasta la eternidad cargado de verdad y de bien.

Últimamente me aparece en las redes sociales partidas de ajedrez de manera reiterada. Me han dicho que mi móvil ha escuchado hablar de ese ese juego y que es por eso que las redes sociales, con esa inteligencia artificial que les caracteriza, me ofrecen aquello que despierta mi interés. Ya me ocurrió hace unos meses con sillones. Pero estaba con el ajedrez. Me llama la atención la agilidad de los jugadores cuando, tras la partida, vuelven a colocar las fichas para iniciar un nuevo juego.

Imagino que este movimiento de reinicio lo vivirá de manera diferente quien ganó y quien perdió la partida anterior. Uno con el gozo de la victoria y otro con el disgusto de ver la amenaza definitiva de su rey.

Y pensaba que este fin de año, cuando cada uno de nosotros recoloque las pieza de su ajedrez personal, serán pocos los que las coloquen con sentido de victoria. Más bien el 2020 ha sido una mala partida global por culpa de esta pandemia que no termina de marcharse y que va a afectar aún a buena parte del nuevo año 2021. Pero como sea, volvemos a empezar. Otra vez.

Feliz año nuevo.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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