Lo del tracking diario es una caja de sorpresas. El de Gad3 da al PP un 37% mientras que el de 40dN le otorga un 32%. Esto ocurre el mismo día en que, según el encuestador de El País, los populares ceden 3 escaños, los socialistas 1, Vox se queda igual que estaba, y Sumar aumenta 5. ¿Cómo se come eso? Ahora resulta que es Yolanda la que recoge los frutos de un debate al que todos han dado por fallido y cuajado de mentiras.
Es curioso este trasvase antinatura, donde las aguas de los ríos que se desecan alimentan a los cauces de los que se encuentran más alejados de sus riberas. En fin, no merece la pena comentarlo. Hace demasiado calor, pero no tanto como para que no llegue a asimilarlo al que he sufrido en otro tiempo, antes de que se hubieran inventado las emergencias climáticas.
Como ya conté, anoche puse el ventilador, uno que tengo que no hace ruido, y vi “Indiana Jones y el templo maldito”. La he visto varias veces, es de 1984, de cuando mi hijo tenía 5 años y ya tiene 44, pero siempre consigue evadirme de la tozudez aburrida de los aconteceres normales, de este mundo de tracking anunciando lo que va a ocurrir, de las voces de los agoreros apocalípticos, y de los vulgarizadores de los cambios inminentes que afectarán a nuestra existencia. Al menos a la mía espero que la dejen como estaba. Me quedo con Indiana y con Tapón, y con la cantante rubia que parece tonta y no lo es. Los hombres siempre acabamos enamorándonos de esas mujeres, tan previsibles dentro de lo imprevisible. Esas que meten sus manos temblorosas en el agujero lleno de bichos asquerosos para activar la palanca que nos salvará la vida.
Yo también tengo a una de esas heroínas con las que la inseguridad te hace sentirte seguro. Indiana no sale de una para meterse en otra, y de esa inmensa sala de sacrificios donde un chamán te arranca el corazón con su mano engarrotada, pasa a una carrera alocada por los túneles de una mina, a bordo de una vagoneta. A propósito, dice Isabel Coixet que Sánchez hubiera sido un buen piloto de fórmula 1. Cuando parece que todo ha terminado y logran escapar de la pesadilla de persecuciones, nos espera la escena del puente de lianas sobre un río repleto de cocodrilos hambrientos. No se puede pedir más. Anoche disfrutaba con estas cosas y con mi ventilador a tope, y me reconcilié con el cine de aventuras, con aquella época en la que, siendo un niño, Fumanchú, Rintintín y el Séptimo de Caballería me ponían el corazón en un puño mientras pateaba frenéticamente el suelo de madera del Teatro Leal.
Esta mañana el tracking vuelve a intentar inquietarme, pero mi curiosidad le cierra la puerta. Le ha dicho que ya está bien, que ya estoy aburrido de tanta manipulación, que he vuelto a confiar en el arqueólogo Indi Jones, que me conduce a territorios seguros por los caminos de la incertidumbre. Al menos con él sé que después de tanto sufrimiento todo acabará bien, y besará a la chica a la vez que Tapón se tapa los ojos subido a su pequeño elefante.
Uno de estos días iré con la mía al ambulatorio para que nos renueven las recetas que nos tienen remendados. La vida no es otra cosa que mantener la ilusión de que todo se resolverá antes de que en la pantalla aparezca el The End. Hay muchas maneras de decirle a la gente que la quieres. Indiana lanza el látigo para traer a Willy hasta sus brazos. Yo, como no tengo látigo, me dedico a escribir estas chorradas por las mañanas.