España se ha ido de vacaciones. Tampoco los canarios hemos estado ajenos a la tradición de que agosto continúe siendo el mes de referencia para el descanso estival. El intenso movimiento que se está produciendo en aeropuertos y puertos apunta a que este verano la recuperación del sector turístico es una realidad. Hay serias dificultades para conseguir plazas en avión entre las Islas y de éstas con la península y el tráfico de pasajeros y coches en nuestros puertos es intenso.
En el caso de los coches está íntimamente relacionado con los prohibitivos precios de los coches de alquiler. Muchísimos canarios están optando por llevar su propio coche al destino escogido para pasar sus vacaciones.
El levantamiento de las restricciones impuestas durante los momentos más duros de la pandemia ha traído consigo un eufórico desenfreno a la hora de viajar y consumir en bares y restaurantes; las dificultades para conseguir billetes para viajar, así como para reservar mesa en restaurantes, es una buena prueba de ello.
Mientras, la mayoría de los ciudadanos viven ajenos a los nubarrones que amenazan nuestro bienestar. Algunos economistas han venido avanzando que a la vuelta del verano nos podríamos encontrar con un frenazo de la economía que afectaría al empleo y al bienestar; incluso en pleno verano los datos del paro y de afiliaciones a la seguridad social del mes de julio empiezan a confirmar que vuelven tiempos de dificultades.
Inesperadamente, en julio se ha incrementado el paro en España y en Canarias con respecto al mes anterior y han disminuido las afiliaciones a la seguridad social. Desde hacia veinte años el mes de julio no había tenido un comportamiento tan anómalo con respecto al empleo.
El incremento de los tipos de interés, el precio de la energía y de los combustibles, la inflación, el precio de la cesta de la compra y, en general, el comportamiento de la economía y el empleo, confirman los peores pronósticos avanzados por los especialistas en la materia.
Con ese escenario de fondo, lo que se oye en bares, restaurantes, comercios, talleres o farmacias es que no se consigue gente de la tierra que quiera trabajar. La cuenta que se hace la mayoría es que, con el paro o con la ayuda que le corresponda, no les merece la pena trabajar.
Antes se decía que no encontrábamos gente de la tierra para trabajar debido a la falta de cualificación; este argumento puede seguir estando vigente para determinados y muy específicos puestos de trabajo, pero no para la inmensa mayoría. Faltan peones, albañiles, pintores, ayudantes de cocina, pinches, trabajadores para el campo, camareros o conductores. Algo está pasando en la sociedad canaria para que con los altos índices de paro que tenemos no se encuentre gente que quiera trabajar.
Este asunto requiere atención por parte de las Administraciones y de empresarios y sindicatos; más allá de la anécdota, hay un hecho real que tiene que ver con el modelo de sociedad que estamos consolidando.
Hay que aplaudir las medidas que en la España democrática se han venido impulsando para garantizar la cohesión social. Fortalecer las medidas que eviten la exclusión social es un deber político, social, moral y ético. Ahora bien, debemos de huir del paternalismo orientado a la creación de una sociedad subvencionada, pasiva y sin retos. Quizá ha llegado el momento de volcar las medidas para conseguir una sociedad con retos de futuro, ilusionada, más motivada en trabajar y menos en vivir sólo de la ayuda pública.