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Hazte un nombre y échate a dormir

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 08 de abril de 2021, 06:00h

Sin confianza no es posible organizar la visa social. Eso está claro. No podemos vivir sometidos permanentemente a la dinámica de la sospecha revisando cada uno de los datos y acciones que los demás asumen como labor. Nos fiamos de la responsabilidad de los otros, como los otros se fían de nosotros. Pero este principio social de la confianza mutua tiene un límite que no se debe atravesar. Si abusamos de la confianza que se nos da, se rompe el equilibrio de posiciones y comienza el desorden, por no llamarlo corrupción.

La “pérdida de confianza” es el principal motivos de las cartas de despido. Perdemos la fe en la persona a la que hemos contratado y ya no podemos seguir funcionando. Y la confianza se edifica sobre la fidelidad, sobre la responsabilidad personal. Una cosa es el error, y otra cosa es la corrupción. Una cosa es el pecado y otra aprovecharnos de la misericordia ajena.

No vale el eslogan de hacerse un nombre y echarse a dormir. No vale, porque el nombre se hace permanentemente. Cada día uno es responsable de mantener los cimientos de la confianza mutua que hace funcionar las relaciones interpersonales y estructurales. Y aquellos que son responsables de que las cosas funcionen, que tienen que administrar lo que no es suyo, deben tener la atención despierta y no dormirse en los laureles.

Todos hemos sufrido alguna vez la pérdida de la confianza. Y a base de golpitos hemos aprendido que la supervisión no duerme y que no podemos poner la mano en el fuego por nadie. No es falta de confianza, sino responsabilidad. Cada uno de los lectores de estas líneas podría aportar un rosario de situaciones en las que nos hemos visto envueltos en estas situaciones. Y, además, podríamos entre todos elaborar un manual de prudencia que sostenga la dinámica de la confianza en las relaciones mutuas.

El Papa Benedicto XVI el año 2010 decía que debemos a mirar el futuro con coraje y confianza como San José, poniéndose totalmente en las manos de Dios. En su reflexión previa al rezo de la oración mariana, el Papa se refirió a San José, a quien el Evangelio de Mateo presenta como “hombre justo”, fiel a la ley de Dios, disponible a cumplir su voluntad. O dicho de otra manera: la confianza de José se edificaba sobre su condición de hombre justo.

Por eso, si queremos unas sociedad en la que reine la confianza debemos promover la justicia. La justicia no es una virtud espontánea que nos surge sin esfuerzo individual. Se edifica sobre el compromiso de otorgar a cada cual aquello que le pertenece y corresponde. Yo me fío de ti porque supongo que me vas a respetar y dar lo que me corresponde y, tu confianza en mí se edifica sobre mi responsabilidad con la justicia en relación a ti. Y así funcionan las cosas.

También todos los que leen pueden contribuir a elaborar un manual conjunto de injusticias sociales que contemplamos, algunas de las cuales nos tienen como cómplices callados, y que son parte de ese rostro horroroso de la convivencia social tantas veces definido.

Es terrible contemplar la cantidad de injusticias que se producen entre nosotros. ¿Cómo quejarnos de la desconfianza en la que habitamos?


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