“Pase lo que pase, la noche acabará”. Y volverá a salir el sol sobre nuestro limitado e imperfecto horizonte. Volveremos a abrir los ojos y a respirar los colores que juegan a pelearse por llamar la atención y las miradas. La inquietud y zozobra de estos rincones despiertos en los que burbujean los remordimientos y las preocupaciones acabarán por deshacerse en cascadas de sentido común. Todo pasará.
Un joven que, con dieciocho años recién cumplidos, tiene la posibilidad de adquirir un tipo de arma que merece un periodo de instrucción militar para su uso. Y él la adquiere, como si de un terminal de telefonía móvil se tratara. Una transacción comercial que muchos creen reconocer como una forma de libertad. Y allá se va; a entrenar con las vidas débiles de sus mayores y de los pequeños de una escuela. Y así, como ocurre en los videojuegos, van cayendo al suelo alumnos de primaria norteamericanos.
Y todos los medios del mundo nos lo ofrecen en bandeja. La noticia de estos días. La libertad convertida en locura irracional e ilógica que siega vidas anónimas para nosotros, pero para quienes les pusieron sus nombres, no es cegar, es arrancar de raíz esperanzas e ilusiones, es sentir que al alma se les arranca del cuerpo.
La locura pasará. Esta locura pasará. Como pasó y terminaron las leyes que justificaban la esclavitud como normalidad social. Como pasarán aquellas otras que hoy justifican la muerte de quienes no se pueden quejar ni defender porque aún -la ley- no les reconoce personalidad jurídica por no natos. También son personas sin papeles, humanos irregulares. La noche de la historia pasará. Esta loca noche de sinrazón y utilitarismo ciego que solo valora la rentabilidad individual de las acciones. Y nacerá, de nuevo, el sueño de lo más grande de la humanidad: la solidaridad desnuda. Sí que nacerá; porque siempre habrá alguien que confíe en la razón humana.
Demasiado oscura está la pantalla para que sea fácil mantener la esperanza. Parece que no hay bondades que comentar. Todo es guerra, enfermedad, muerte y dolor. Los oscuros colores de la historia. Hay oscuridad porque no afinamos la mirada y porque se nos hace imposible reconocer la pequeñez del pelo que nada sobre la faz del inmenso tazón de leche. Y todo es pelo. Y todo se nos vuelve oscuro.
¿Cuántos son los seres humanos que despiertan enamorados y agradecidos? ¿Cuántos hay que cuidan a los suyos día tras día acariciando con sus quehaceres la vida de las personas? ¿Cuántas personas honradas que rehúyen aprovecharse de los errores ajenos? ¿Cuántas son las que imaginan y construyen con creatividad espacios de bien común? Si miras alrededor, alguna encontrarás. Pero si afinas la mirada, si eres capaz de no cegarte por la dureza oscura del mal, muchas más encontrarás.
La terapia de la esperanza es cada vez más necesaria.
“Conviene que me vaya, para poder enviarles al defensor, que los llevará a la verdad plena”. Señor, cumple tu promesa. Es insoportable tanta oscuridad.