Antes de entrar en materia, me gustaría poner en antecedente a quien pueda leer este artículo de mi conexión con la sanidad. En mi vida laboral, he tenido poco cambios, pero el último que llevé a cabo, fue para introducirme en el campo de la industria farmacológica. En ese sector he formado parte de eso que algunos llaman “representantes”, otros “maleteros” y los más entendidos “delegados de visita médica”. En su momento, alguien vio en mí cualidades que me permitirían pasar una serie de entrevistas y convertirme en un promocionador de fármacos éticos. Primero trabajé para una multinacional americana y posteriormente, pasé a formar parte de otra anglo-sueca.
Una vez que ya saben el nivel de conocimiento interno que puedo tener de este sector y viendo el descontrol que comienza a existir nuevamente con el número de casos que se van presentando, pasaré a desarrollar el tema del título. Tranquilidad; no les voy a dar una lección magistral sobre seguridad farmacológica porque eso le corresponde a otras personas y entidades más doctas que yo.
En mi caso les comentaré mi experiencia que, por otra parte, está más cercana a la realidad del día a día que a la de los grandes estudios de seguridad. Mi interés es respetando -aunque entendiendo poco- a quien opte por no protegerse y/o proteger a los demás mediante la vacunación, dar un enfoque distinto sobre la seguridad que existe con los fármacos que nos dispensan.
Cuando entras a trabajar en este tipo de empresas te preparan, en aspectos técnicos de la medicina, como si fueras a tener que operar a corazón abierto. Y, aún con todo, la cantidad de metralla que nos tragamos los principiantes no es nada en comparación con la que nos imparten durante todo el tiempo que estás de alta -en mi caso fueron 22 años-. En determinadas materias consumí el tiempo de varios másteres sobre clínica y tratamientos. La justificación de tamaña formación, era que nuestros interlocutores eran personal sanitario de alta formación en sus respectivas disciplinas médicas. Y, claro, no era cuestión de quedar en blanco, ante una pregunta de cualquiera de ellos. Cuando salíamos “al campo” teníamos que estar seguro de lo que íbamos a hablar. Y sobre todo, teníamos que saber responder a las dudas que, cualquiera de los fármacos que lleváramos en promoción informativa, pudieran suscitarles.
Fueron duros e interesantes aprendizajes, sobre todo para quien como en mi caso, no veníamos de una formación en la salud. Pero lo que más tiempo y constancia formativa llevaba, era la parte de seguridad. La seguridad de los fármacos iba, siempre, estrechamente ligada a la formación ética de cada uno de nosotros. El tema era tan delicado, que cualquier fallo en un tema que tuviera que ver con la seguridad, podría comportar para quien lo cometiera, serios problemas laborales. ¡Se toman muy en serio en la Industria Farmacéutica, esto de la seguridad!
Fíjense como era la cosa de seria que si, a algunos de quienes formábamos y hoy siguen formando parte del gremio de visitadores médicos, le llegara la noticia de que alguno de los fármacos que se llevaba en cartera, hubiese tenido algún tipo de incidencia, tendríamos que comunicarla por escrito antes de 24 horas; independientemente de que el personal sanitario que nos hubiera informado, también lo hubiera hecho por sus conductos oficiales.
¿Quedaba la cosa ahí?, ¿Se comunicaba y ya estaba resuelto?
Ni mucho menos. Ahí es donde empezaba un camino largo y con muchas curvas que tras su finalización se determinaría si la información que nos había llegado era una incidencia producida por el fármaco en cuestión o no. Y, si lo era, automáticamente esa incidencia, formaría parte del prospecto que solemos encontrar en el interior de las cajitas de medicamentos.
El seguimiento de la seguridad de un fármaco no dura únicamente los primeros meses o años de vida del fármaco. Este tipo de seguridad es para toda la vida de dicho fármaco, al menos, el de marca registrada que es el que conozco. Incuso después de perder la licencia, el fármaco de que se trate estará sujeto a las mismas medidas de seguridad del principio. La única diferencia, es que al comienzo de la vida útil del mismo, por razones obvias, estará implicado en un seguimiento mucho más intensivo. Pensemos que hasta que sale el fármaco a venta, los estudios que se han hecho han sido primero, con animales y posteriormente, con sectores más o menos significativos de la población a la que van dirigidos. Pero claro, cuando el fármaco llega a las estanterías de la farmacia, pasan al “gran consumo” y hay que confirmar si los estudios realizados antes de ese momento, se corresponden con esa nueva gran masa de usuarios. En estos primeros años de vida, en la entrevista del delegado con la parte médica, una de las primeras preguntas, va referida a conocer de primera mano si el fármaco funciona en los parámetros esperados. La pregunta estará siempre en el cuestionario tipo pero, en esos primeros años de vida, no deberá haber despiste alguno.
Cuando uno conoce desde dentro este altísimo nivel de seguridad que existe en el mundo de la farmacología, se queda más tranquilo cuando se le pauta un medicamento concreto. En mi caso, y uso unos pocos, les garantizo que me siendo muy seguro. Esto lo digo en total independencia; pues aunque como les he dicho he formado parte de ese mundillo, actualmente ya no estoy vinculado a él. Tampoco tengo acciones que pudieran hacer confundir a algún mal pensado sobre posibles beneficios que justificaran este escrito.
Lo que verdaderamente justifica que hoy escriba sobre la seguridad de los productos farmacéuticos, es porque sigo oyendo comentarios sobre la seguridad o inseguridad de las vacunas. ¡Las vacunas son fármacos también! Y, por lo tanto, están sujetas a este altísimo nivel de seguridad que he comentado. No obstante, cualquier fármaco que tengamos que admitir en nuestro cuerpo, llevará un riesgo determinado. Son productos de laboratorio y no son placebo. Pero para que una Entidad como la FDA americana o su homónima europea, EMEA, autoricen el uso de un medicamento y/o vacuna, estoy convencido que lo harán basándose en un exhaustivo análisis de todos y cada uno de los estudios que se presentan como argumentos para la aprobación en uso con humanos.
Las vacunas han pasado ese control y por partida doble. Las que vienen de EEUU, en su propio País primero, y posteriormente en Europa. Y las que se producen en Europa con idénticos requisitos si desean que sea aceptada allá.
Y, una vez que ya estén aprobadas y en circulación, comenzará a desarrollarse el siguiente paso de seguridad que es el que he estado resumiendo en líneas anteriores.
¿Qué me puede pasar algo, si consumo fármacos? Claro que sí. De hecho muchas reacciones vienen ya descritas en los prospectos que he mencionado. Pero no es lo mismo que se diga “raramente”, a que fuera tan grave la reacción que se tenga que retirar un fármaco del mercado. Esto último no ha pasado con estas vacunas. Y si tenemos en cuenta el hecho de que, la seguridad, se mira con lupa; yo al menos, me siento seguro.
Por último recordemos que la seguridad es una cuestión de equipo, donde participan la Industria, los sanitarios, los delegados y también, los usuarios. Sí, cada uno de nosotros, hemos de comunicar a nuestros médicos de familia, si hemos tenido algún tipo de reacción medicamentosa con cualquier fármaco que usemos. Y, para esto, no es necesario saturar las consultas; basta con una comunicación telefónica. Si la parte médica considera necesario la visita en persona, ya se lo dirá.
Hablando de seguridad, yo me he vacunado con mis dos dosis, me siento seguro y, además, siento que protejo a quienes me rodean.