No se puede tener todo. Algunos tienen bastante, pero todo es imposible. A veces no solo es imposible sino inconveniente, pues la elección de lo que se prefiere, lleva consigo la renuencia de otras posibilidades. Elegir es renunciar. La libertad es la cara de una cruz de renuncia, querida o no querida, de otras posibilidades. La cara y la cruz de la libertad.
Esto es así, y de tal modo lo es, que cuanto más hemos ejercido la libertad, menos espacio de posibilidades tenemos. Querer tenerlo todo es renunciar, en el fondo de la pretensión, al ejercicio de la libertad. Solo se gasta lo que se usa. Y la inacción suele llevar como consecuencia los efectos de la oxidación de lo guardado, o la esclerosis de lo que se esconde.
Debemos aprender a elegir, a tomar decisiones, a empeñar la libertad. Y en la academia de la libertad, aprender a dejar, a abandonar, a perder es imprescindible. Porque no se puede tener todo. Si no hemos tenido la experiencia de renunciar a algo, es que no hemos podido ejercer nuestra libertad. En una cultura de las infinitas posibilidades, suelen brillar los esclavos, no los libres.
Y para crecer en la libertad comenzamos este periodo de tiempo que se llama Cuaresma. Aprendiendo comunitariamente a renunciar, para ganar competencia en el uso de la libertad. La democracia es el gobierno libre del pueblo que elige, siendo soberano de su propia historia. Y no se puede ser una sociedad de personas libres si no renunciamos a algo por el camino. Quien lo quiere todo, al final no tienen nada.
La elección más sencilla, casi instintiva, es la que tiene que ver con lo que agradada o desagrada. Elegimos movidos por el paladar. Elijo lo que me gusta. Otro nivel es elegir lo que me conviene, una vez definida la dirección de marcha de mi vida. Entre lo que no es bueno para mí y lo que no lo es, elijo. Pero hay más niveles: está aquel que busca el mayor bien posible para la mayor parte de la sociedad. Buscar el bien de todos, aunque a veces el bien personal mengue. Para los niveles de elección que van más allá de lo “grato” hace falta ser competentemente capaces de renuncia y sacrificio.
Para vivir en este nivel de elección libre es para el que es adecuado el tiempo de Cuaresma.
En mi etapa de educación secundaria me dieron un consejo que, no sé si cumplí adecuadamente y si me influyó como pretendía quien me lo sugirió. Comíamos en un comedor al que acudíamos a buscar la comida con bandejas metálicas en fila. Nos ofrecían la posibilidad de elegir, al final de la mesa caliente, entre varias frutas. Nosotros mismos la cogíamos. Lo normal era elegir la mejor, la más grande o de mejor color. El consejo era domesticar mi capacidad de elección: no elijas la mejor.
Estas cosas sencillas adiestran la libertad. Consejos de educación para la libertad.