Resulta curioso el relato tremendista que ofrecen los medios de comunicación en cuanto a lo que ocurre al otro lado del charco, en Estados Unidos. El país de Hollywood y la comida basura elige nuevo líder y parece que el mundo ha de pararse a observar qué ocurre con estos 200 millones (o a lo mejor 300 ó 400, según se cuente o no a los indocumentados) que ni siquiera han sido capaces de erigir un líder que ofrezca un mínimo de decencia y honestidad.
Que el mundo pierde, sea cual sea la elección que conoceremos mañana, es un hecho contrastado por los analistas independientes. Algo huele a podrido en EE.UU. y su hedor contagia al planeta, no solo si hablamos de las emisiones de esta mastodóntica amalgama de países que conforma la mal llamada América. Si algo dejarán estas elecciones, es la seguridad de que ya nada volverá a ser igual, se le han visto las orejas al lobo.
Tras esto, el siguiente paso será dejar de estar supeditados a un país que está a miles de kilómetros de distancia. La influencia norteamericana es inmensa, pero lo es más desde que el resto del mundo ha asumido que ellos son la mano que mece la cuna. Esa es la única guerra internacional que han conseguido ganar, y por ello llevamos al menos una semana abriendo y cerrando los informativos con Trump Vs. Hillary, con enviados especiales que cubren la campaña sin descanso, con editoriales y reportajes sobre los vaivenes de Trump, sobre los correos de Hillary. ¿Era necesario? No. ¿Nos servirá de algo esta sobreexposición informativa? Tampoco.
Si (
No(
