Han pasado más de dos décadas para que empiece a considerarse que los crecimientos poblacionales que está teniendo nuestro Archipiélago son insostenibles. La referencia comparativa de Euskadi es oportuna, porque ésta tiene aproximadamente la misma superficie que Canarias; unos 7.300 Km2 abarca el territorio vasco y 7.400 el canario. Hace 30 años, Canarias tenia una población de 1.400.000 habitantes y Euskadi 2.000.000. Hoy, las Islas superan los los 2.300.000 y el País Vasco está prácticamente clavado en 2.100.000 pobladores. En 30 años las Islas han crecido unos 900.000 habitantes.
En tres décadas hemos crecido en más habitantes que todos los que tiene cada una de las Islas de Tenerife o de Gran Canaria. Esos 900.000 nuevos moradores que han llegado para vivir en nuestras Islas han demandado trabajo, atención sanitaria, educación, cobertura social y vivienda. Dada la dispersión de nuestros núcleos poblacionales, la mayoría también han necesitado coche que en las Islas es casi una herramienta imprescindible de trabajo.
No hay sociedad que pueda responder satisfactoriamente las necesidades que exige un crecimiento tan rápido de la población y, por lo tanto, las consecuencias se traducen en colapso en las carreteras, dilación en los servicios de atención sanitaria, graves problemas de escolarización en las zonas más presionadas o una escasez de vivienda insoportable, sin olvidar los efectos perversos que ya está ocasionando en el sistema energético y en el agua.
Los años van pasando y la bola se está haciendo cada vez mayor sin que seamos capaces de reconocer que estamos ante uno de los problemas más graves de los que afectan a nuestras Islas. En este marco, en Canarias tenemos alrededor de 200.000 parados. Se demandan carpinteros, chapistas, mecánicos, fontaneros, zapateros, albañiles, yesistas, pintores, encofradores, camareros, cocineros, dependientes, conductores, camioneros y un largo etcétera de trabajadores para que la economía siga funcionando. Los centros de formación están llenos de personas que hacen cursos y más cursos. Para muchos, el objetivo es hacer cursos; no trabajar.
El comentario generalizado en los sectores económicos del Archipiélago es el que no se consigue gente que quiera trabajar. Ni en la agricultura ni en la ganadería, ni en la construcción, ni en el turismo, ni bares ni restaurantes. No hay fontaneros, ni mecánicos, ni electricista. No hay gente en las Islas dispuesta a trabajar. Es probable que en la combinación de los bajos salarios que se pagan en las Islas y las ayudas articuladas como protección social encontremos las causas por las que a muchos no les estimula trabajar. Como las empresas no pueden dejar de producir, importarán mano de obra foránea que seguirá copando los puestos de trabajo que se creen aquí; por cada trabajador de fuera que llegue, tendremos una media de dos coches más en nuestras carreteras; los centros sanitarios verán incrementadas las listas de espera; tendremos que seguir improvisando barracones para escolarizar a las nuevas familias; el problema de la vivienda seguirá agudizándose y nuestros recursos naturales seguirán deteriorándose.
Afrontar la problemática de lo que significa importar por necesidad mano de obra foránea pasa porque la gente de aquí quiera trabajar. Probablemente, será más eficaz para ello incentivar el trabajo de la población local vía mejora salarial o cualquier otro tipo de apoyo que haga más atractivo trabajar que cobrar pasivamente una ayuda pública.
Seamos capaces de reconocer que tenemos un problema para que, a partir de ahí, busquemos las soluciones.