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El pan es pan

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 30 de junio de 2022, 05:00h

La realidad. Sí, eso que está ahí, en frente de nosotros, y en nosotros mismos, que pertenecemos a ella como una pieza en un engranaje. Somos reales y conscientes de serlo. O, al menos, podemos ser conscientes de ello en la medida que no se nos debiliten los vínculos que nos hacen ser miembros activos de la realidad.

¿Y para que sirve ser consciente de ello? ¿No es un galimatías absurdo? ¿Qué más dá este rollo? Doy por posibles estas cuestiones en quienes han iniciado este recorrido. Tal vez porque ha dejado huella fuerte Calderón de la Barca y seguimos consintiendo que la vida es sueño.

Preferible estar despiertos y tomar en cuenta que las zarzas arañan la piel de nuestro andar, que narcotizar la existencia con la droga del descuido. No escribo imaginariamente, ni lees esto ilusoriamente. Estoy aquí con tanta claridad y evidencia para mí, como tú estás ahí, leyendo, con la evidencia de que estás ahí ciertamente.

Y esto sirve para tomarse en serio la vida y disfrutar de ella como las últimas gotas de la bebida del vaso. No hay otro vaso que el que nos han dado y hemos de apurarlo hasta el final.

Estas cuestiones son muy importantes para asumir con realismo los pasos que damos. Un viejo profesor me enseñó hace muchos años que debíamos evitar los extremos radicalizados en las expectativas de lo real y su valoración. Que había personas enfermas de pesimismo que no eran capaces de reconocer ninguna grieta de esperanza. Todo es oscuridad y nadie hace bien nada. Pero, al otro lado, enfrentado en su radicalidad, estaban los enfermos de optimismo. Todo es puro buenísimo y son capaces de una inocencia en la mirada tan absurda como irreal. Ni allá allá, ni acá acá. Entre el pesimismo y el optimismo ilusos y enfermos, el sano realismo.

Y uno se da cuenta cuando hablas con alguien que ha edificado su vida sobre las rocas firmes del realismo. Lo percibes por su equilibrio en el juicio; lo percibes por su capacidad de perseverar en las obras iniciadas… Lo percibes con facilidad.

Y el realismo, como actitud, necesita el realismo como certeza de conocimiento de lo real. La vida no es un videojuego. Las personas no son personajes. La enfermedad y la muerte no son avatares intercambiables. Son parte de la realidad. Se toman decisiones reales que afectan a la realidad. Interactuamos con realidades. Y no es un sueño.

Cuando alguien nos cuenta algo podemos suponer que nos ofrece su visión particular y subjetiva de lo que ha visto y experimentado. Que la realidad y su percepción de la realidad no necesariamente coinciden al 100 %. Pero de lo que no podemos dudar es de que esa es realmente su percepción. Y que es real lo que nos dice él sobre lo que él han vivido. Si otra persona acude y mira nos dirá lo que ella ha percibido. Sea o no lo mismo que la descripción del primero, ha experimentado parte de la realidad que estaba allí, y eso es real. Si era pan y tenía hambre, nos lo dirá salibando; si era pan y es celiaco nos lo comentará como si fuera un peligro. Pero el pan era pan.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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