Otra vez el lobo. El lobo de Gurruchaga: ¡Hola mi amor! Yo soy tu lobo. El cuento de Pedro y el lobo solo tiene un corolario, que es que ya nadie se lo cree. Todos los comentarios que he leído son de incredulidad. Este hombre ha perdido el crédito hasta cuando anuncia que se va a suicidar. ¡Menos lobos! dice la gente, pero es que llegados a esta situación no puede decir otra cosa.
He escuchado a Alsina, pero Alsina, aunque ha sido distinguido con el premio Cerecedo, igual que Vicente Vallés, debe pertenecer al bloque de la prensa indigna, controlada por la extrema derecha, y no hay que hacerle demasiado caso, porque la mayoría de esos medios solo se dedican a fabricar bulos. Así llevamos desde el primer día, desautorizando el ejercicio libre de la opinión, intentando establecer la verdad del pensamiento único.
A mí tanto me da que el presidente se va como si no. Lo que no va a hacer es convocar elecciones, porque en el tiempo que estamos la ley no lo permite. Entonces qué es lo que busca, aparte de construirse la nueva imagen de un Shakespeare in love, o del hombre enamorado de Karl Owe Knausgärd. La maquinaria se ha puesto en marcha con adhesiones inquebrantables al más puro estilo de la época oprobiosa. No es compatible el irse con una declaración de resistencia que vuelve a poner en pie el no pasarán.
Estamos viviendo otro espectáculo como el de siempre. La aplicación directa del cuento de Pedro y el lobo es que esto no le interesa a nadie, que no va a conseguir ponernos el corazón en vilo, que la fiesta es otra movilización de los de casa, que, por supuesto, tienen todo el derecho a hacerlo tantas veces como quieran.
Llegará el lunes y todo seguirá igual, como de costumbre. Espero la llegada de ese día, pero sin ansiedad, como espero el habitual artículo de Iván Redondo en La Vanguardia. Algo tendrá que decir, digo yo. Estamos en un sistema democrático y la oposición tiene el derecho a echar al Gobierno y éste a resistirse para que no lo hagan.
Sabiendo que esto es así, es conveniente recordar que a la política se viene llorado de casa, igual que a las fiestas de los amigos hay que ir folladitos.