Quienes hemos sido empleados por cuenta ajena toda nuestra vida laboral, hemos estado secuestrados, en algún momento, por nuestros derechos. Aunque no sería correcto afirmar que, eso de la defensa de lo que nos pertenece, se tenga que poner en entredicho. ¡Nada más lejos de mi intención!
Todo trabajador, tiene derecho a un trabajo digno, a un descanso diario, semanal y anual y, a cuantas mejoras sociales se pudieran establecer en convenio con la parte empresarial. Todo ello, naturalmente, con un salario adecuado a su carga de trabajo, a sus logros y responsabilidades. Obviamente, sin distinción de sexo en ninguno de los derechos mencionados y en los que haya podido olvidarme de anotar.
Pero, ¿y qué pasa con los empresarios?
Primero, veamos quienes pueden ostentar esa calificación. Según el Diccionario de La Real Academia de la Lengua Española: se trataría del “titular o directivo de una industria, negocio o empresa”. Si indagamos algo más y a la palabra empresario le añadimos la de emprendedor, veríamos que esa definición primaria, se vería reforzada con otras características –según un artículo de “Economipedia”- y quedaría algo así: “quien acomete un negocio solventando los pros y los contras económicos para desarrollar una idea propia o adquirida”. Con esta aportación, podríamos ir diferenciando, entre los empresarios que apuestan por desarrollar algo propio y los que simplemente negocian lo de otros.
El mundo empresarial está lleno de gente variopinta, que aun con sus diferencias, son merecedoras del calificativo de empresario. Por ejemplo, una persona que heredase un hotel y se dedicara a explotarlo sin más aportación que la que le permitiera mantenerlo en pie para; una vez en franco deterioro, lo pusiera a la venta para sacar rendimiento de la propiedad inmobiliaria, podría ser considerado como empresario y no se alejaría mucho de la primera de las definiciones. Pero, ¿sería un empresario emprendedor? Si se contemplara la huida hacia adelante, como un nivel de emprendimiento, tal vez. Pero la realidad, creo yo, es que estaría más cercano a ser un especulador o un mero vividor de las rentas, que a otra cosa. ¡De este tipo de hilo, hay mucho en la madeja!
Yo, si me lo permiten, prefiero quedarme con el grupo de personas que creen en una idea, y con sus ahorros o dividendos de negocios fructíferos, la llevan a cabo con la mayor de las ilusiones y perspectivas. ¿Tendrá derecho, quien actúe de esa manera, a enriquecerse con su apuesta? Para mí, tiene todo el derecho del mundo. Solo debería ser criticado si, para el logro de sus objetivos empresariales, hubiera contado más con el dinero que pueda “detraer” del trabajo de sus empleados, que con el que se pueda extraer del propio negocio. Me explico, porque esto me ha quedado “rarito”. El empresario emprendedor, pone en liza un proyecto -sigamos con el ejemplo- hotelero. Prepara su informe, lo lleva ante las entidades financieras y/o posibles accionistas y convenciendo a unos y/o a otros, consigue levantar su establecimiento y comienza la explotación turística. Al tiempo, se detectan algunas dificultades que hacen que los salarios ya no se paguen en tiempo y forma o que las medidas de seguridad ya no se contemplen como está previsto tanto en la Ley, como en sus propios proyectos o que sus proveedores dejen de cobrar puntualmente, etcétera. Obviamente, estaríamos ante un empresario que no hizo un trabajo de planificación a largo plazo con la eficiencia que se hubiera deseado, o que dilapidó sus recursos económicos. Sería un empresario emprendedor pero de “aquella manera” ¿Quién pagaría esa ronda? Por un lado el propio empresario que tal vez se vea abocado a un posible cierre de empresa, venta o cuanto menos, un periodo de penuria económica nada agradable. Por otra parte nos encontraríamos con sus proveedores que pasarían a ser un eslabón más de la cadena de problemas del mundo empresarial. Y, dentro de ese otro grupo, también estaría el propio personal de la empresa que entraría en una espiral mucho más desagradable, pues para muchas de esas personas su única parcelita a cuidar, era su puesto de trabajo. Y todo ello por echarle más ilusión que capacidad previsiva un proyecto. ¡Bien por el mundo empresarial serio!
Este artículo va de dar la bienvenida y el apoyo a todas aquellas personas que cuentan con España en general y con Canarias en particular, para sembrar esa gama de productos que estando bien planeados, pasarán el filtro de los malos momentos económicos y/o epidemias no esperadas. Va de quien se enriquece sin perjudicar a la parte más débil, que sería la que participa del negocio, pero sin tener el dominio de las riendas del mismo.
Este artículo pretende dejar claro que el correcto mundo empresarial está compuesto por personas serias que saben lo que se traen entre manos y que por encima de ilusiones y fantasías, cuando se tiran al ruedo, lo hacen sabiendo el “modus operandi” cuando el toro les embista. Cuando ya estén en la “arena”, lo único que esperarán es que les llegue el apoyo que se necesita para sortear los arranques de quien o quienes se lo pondrán difícil.
Contra viento y marea, el empresario al que me refiero, irá subiendo su escalera peldaño a peldaño. Piedra a piedra, irá levantando su imperio. No suele poner una nueva planta, hasta que no tiene asegurada la anterior y de esa manera construye un edificio, y otro más. Y, todos los que se le puedan ocurrir. ¿Cómo pagar a quien actúa de manera tan responsable?
La respuesta es tan sencilla que casi ni necesita explicarlo, pues basta con actuar de la misma manera. La responsabilidad es la llave que permitirá tener siempre el paso franco en cualquier empresa donde existan empresarios del perfil que se ha dibujado en los últimos párrafos de este artículo.
La parte laboral debe aupar a esos empresarios que han apostado su comodidad económica para seguir llevando sus proyectos a buen puerto. La forma de remar ha de ser constante y con buen ritmo. Tomando, como objetivo, el mismo que el empresario se haya fijado. Normalmente no habrá que pedir nada -herramientas, formación, mejoras sociales, etc.-, pues quien tiene que proveerlo y sepa acometer su parte de responsabilidad, ya se preocupará de tenerlo todo listo. ¡Debería ser así!
En este artículo, el grupo de cuasi empresarios que pretenden hacer su riqueza apoyándose en los hombros de sus equipos de trabajo, sin quitarse los zapatos o tacones, no tienen cabida. Si se les nombra, es únicamente, para recomendar que se huya de su ámbito de actuación, y sin discutir mucho. Simplemente, dejándolos solos.
La magia en el mundo empresarial la aporta la seriedad, el talento, el talante y la responsabilidad. Y, eso, no sale de ninguna chistera.
¡Da gusto trabajar junto a quien sabe comportarse con responsabilidad!