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De Palestina y otros asuntos

Por Julio Fajardo Sánchez
miércoles 17 de abril de 2024, 13:04h

La ronda de contactos del presidente Sánchez para conseguir un reconocimiento urgente del Estado palestino parece haber fracasado. Todos, incluso a nivel interno, donde se ha conseguido aprobar una iniciativa a falta de los 33 votos de Vox, han coincidido en la necesidad de un amplio consenso internacional y en que se den las condiciones precisas.

No es tan difícil entender cuáles son las circunstancias que dificultan por ahora ese acuerdo. En primer lugar la no existencia de una autoridad fiable en Gaza que represente a la soberanía de ese pueblo. Se habla de un escenario religioso donde los actores, más que israelitas y palestinos, son judíos e islamistas. Si a esto se le añade la praxis terrorista, compensada por las acusaciones de genocidio, por la otra parte, el asunto se complica a la hora de establecer el clima de diálogo necesario para alcanzar un entendimiento. Por un lado Hamás y por otro Netanyahu, que parece tener un buen nicho de votos entre los judíos residentes en Cisjordania.

Pretender que el mundo le dé el visto bueno a esta operación es equivalente a que, en su momento, hubiera elevado una protesta en defensa de los valores democráticos cuando fueron anuladas las elecciones que ganó el FIS en Argelia, o el día en que el triunfo de los Hermanos Musulmanes fue reprimido por los militares en Egipto. No se daban las condiciones para reconocer estos resultados y nadie se alarmó por ello. Ya sé que esto supone navegar por los límites del sistema, pero ese es uno de los riesgos que tiene el que todos tengan el derecho a ser elegidos a pesar de que traigan el proyecto de destruir las reglas del juego una vez que alcancen el poder.

Habría que regresar a los tiempos de Arafat para encontrar un interlocutor que hiciera viable este proceso. También a la existencia de un Isaac Rabin, pero ninguno de estos personajes existen desgraciadamente y han sido sustituidos por opciones fundamentalistas. La situación desde España se ve de forma complicada.

Hoy escriben en El País García Margallo y López Aguilar, ambos exministros y eurodiputados a los que se les reconoce conocimiento del problema. Los dos coinciden en el cumplimiento de resoluciones tendentes al reconocimiento de los dos Estados, incluso en los matices de la oportunidad, a pesar de que el socialista, como es lógico, alabe la decisión de Sánchez de liderar un proceso que tiene todos los visos de convertirse en unilateral.

Pero Sánchez tiene un problema y son sus socios. Ahora, por ejemplo, en la recta final de las elecciones en Euskadi, un periodista a forzado al candidato de Bildu a condenar el terrorismo y éste se ha ido por los cerros de Úbeda. La pregunta es si ese carácter de gudaris, defensores de la patria vasca, sigue manteniendo ese sentido heroico entre los jóvenes de esa región. De ser así sería el mismo que alienta a la juventud que vota a la extrema derecha, y esto nos conduce a esa posición asimétrica donde el bipartidismo, el centrismo y la moderación nadan entre dos aguas.

Esta posición de oportunismo coyuntural es la misma que nos lleva a aprovechar la situación de Palestina para extraer unos pocos votos de la miseria. Hasta hace poco palestina era una bufanda que se enrollaba al cuello el alcalde de Marinaleda. De momento la ronda europea ha fracasado, pero nadie dirá que estamos solos frente al mundo. Al contrario, el mundo está pendiente de nosotros para que lo vayamos a salvar.

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