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Dale que te pego con la pobreza

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 11 de noviembre de 2021, 06:00h

Esta semana hay dos campañas enlazadas por la precariedad de las personas, por la pobreza que sufren tantas personas. Un intento de no dejarnos indiferente ante esta enfermedad que hace desangrarse al cuerpo de la humanidad por la herida de la carencia de lo necesario para vivir. El viernes, Manos Unidas nos invita a encender una luz para iluminar el mundo, y el domingo, el Papa Francisco nos convoca a la Jornada Mundial de los Pobres.

Lo mismo es coincidente que necesitemos que alguien encienda una luz para ver a los invisibles. Porque puede ser que nuestra satisfacción individual tenga como consecuencia una miopía para percibir la invisibilidad del ochenta por ciento de la condición humana. La indiferencia nos traga y nos ciega. Nos insensibiliza colocándonos detrás de nuestras aparentes seguridades. Y hay mucha oscuridad que necesita ser iluminada.

Hay errores de interpretación frecuentes: primero, el famoso “ellos se lo han buscado”. Son pobres porque, o son vagos o no han gestionado bien su historia. Al final la culpa es de ellos. Culpabilización social del pobre. Que se lo digan a quienes han perdido casa, huerta, carpintería o herramientas por el efecto del volcán de Cumbre Vieja. Ese error es evidente: no siempre se ha buscado vivir la pérdida.

Otro error es la inhibición personal apelando a la impotencia. “Yo no puedo resolver los problemas del mundo”. La responsabilidad es de los gobiernos. Responsabilidad tienen, claro; pero no nos convierte en inocentes a quienes vestimos y comemos de sus materias primas con total indiferencia. No puedo solucionarlo todo, pero ¿podré hacer algo?

El tercer error, a mi juicio, es ponerle una bomba lapa al sistema suponiendo que la destrucción generará ríos pacíficos de bienestar global. Bueno, pues no sé yo…

Y puestas las piezas en los cuadros negros del tablero, ¿cuáles serían los aciertos? El principal sería abrir los ojos. Ya eso es un salto gigantesco. Mirar alrededor y descubrir las esquinas invisibles de la realidad en las que late de dolor situaciones reales que precisan soluciones. No hace falta ir muy lejos, porque a veces están tan cerca de nosotros como lo están los amigos y familiares.

Últimamente se ha puesto de moda la palabra aporofobia. Tal vez se le deba a la profesora Adela Cortina y a su libro. ¿Es real esa alergia social? Pues parece que sí. Parece que existe cierto rechazo al pobre que nos empuja a vacunarnos de ellos. “Odio al indigente, aversión hacia los desfavorecidos”.

En un sentido más amplio, del que todos participamos de alguna forma, se manifiesta en esa doble actitud muy reconocible en la vida cotidiana: en primer lugar, una tendencia a tomar partido por los mejor situados, de quienes se puede obtener algún beneficio; y en segundo lugar, una propensión a ignorar a los más vulnerables, que no parecen poder ofrecer ventaja alguna. Y así, distinguiendo en favor de nuestro futuro mejor, construimos actitudes que desdeñan al habitante de la isla de la precariedad.

Ahí están, y parece que siempre estarán.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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