La muy Leal, Noble, Invicta y Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife, está organizada -como cualquier otra ciudad- en barrios o zonas administrativas donde convive gran cantidad de gente de toda índole y “clase social”. Es una ciudad amable que mira al mar tanto desde las alturas, como a ras de suelo. Una cordillera de montañas -Macizo de Anaga- le da tanta protección en los temporales de vientos que, en su costa, siempre se vieron todo tipo de embarcaciones a su resguardo.
Dentro de los distritos administrativos de los que hablo, destacan varios por su historia y sus personajes. La zona del cabo, cuya relevancia estriba en ser donde se recogen los primeros asentamientos poblacionales, y que, posteriormente, conformaría el caso antiguo de la ciudad, es uno de ellos. En la actualidad sus calles se han personalizado convirtiendo, sus vetustas casas, en excelentes restaurantes, bares y asociaciones culturales. Alguien se preocupó de que este barrió recuperara su antiguo ajetreo y protagonismo en la ciudad.
En el otro extremo, geográficamente hablando, está el barrio del Toscal; otro de los barrios pioneros y punteros de esta gran ciudad que es Santa Cruz.
Este populoso y céntrico distrito que linda con el mar, barrios de Anaga, las ramblas y con el mismísimo centro comercial de la ciudad, está repleto de edificaciones, muchas de ellas, protegidas por la ley, como B.I.C.; aunque hay quien apuesta por ver cuánto tiempo se tarda en eliminar esa protección. ¡Tiene tanto edificio viejo, como especuladores interesados en hacerse con ellos!
En el barrio del Toscal, siempre ha convivido gente de toda condición social. No hay más que adentrarse entre sus calles y callejuelas y comprobar la tipología de viviendas que compone su fotografía. Antiguamente -ahora la cosa se ha mezclado más y es difícil captar las diferencias- te podías encontrar a gente que portaban en sus apellidos los restos de un linaje aristocrático, viviendo a pocos metros de quien tenía que ejercer profesiones humildes. En alguna de las cafeterías que allí existían, podían estar compartiendo barra, el borrachito “querido y protegido en el barrio” -recuerdo a Cambray “vaya, vaya,” o a Kiko y sus “serenatas”- junto al dueño de la mitad de las casas. En bar Don Servando, y sus calamares, era uno de esos sitios para el aperitivo o la “mañanita”. “El chino” era otro lugar para esas reuniones atípicas. ¡Y muchos más!
Aún subsisten más de una de las antiguas “ciudadelas” donde convivían bastantes familias trabajadoras. En alguna de ellas, se han rodado películas y vídeos promocionales y musicales. Tal es su estado de conservación que, a muchos, se nos hace impensable que pudieran desaparecer. Otras ya lo han hecho, dado su lamentable estado de conservación y, por qué no decirlo, el interés que existe en el solar donde estaban ubicadas.
El barrio del Toscal que yo recuerdo de niño -toda mi infancia y adolescencia viví en él- era un lugar de mucha vida. La calle de La Rosa, era la arteria principal si atendemos al centro del barrio. Tenía otras calles de similar importancia, como la Calle Méndez Núñez, la calle San Martín, San Francisco, El Saludo, Santiago, San Miguel, la Calle de la Marina o La Avenida de Anaga. Pero la principal, como digo, era la que atravesaba todo el barrio desde el Cuartel de Almeida, hasta la mismísima Plaza del Príncipe. En esa calle, podías encontrar algún edificio, digamos de corte moderno. Pero, lo que más abundaba, eran las edificaciones unifamiliares de una o dos plantas y alguna de tres alturas con una o dos viviendas en sus distintos niveles, a las que se accedía por una estrecha escalera de madera. Si tenías que hacer compras de verduras, tenías varias tiendas de comestibles. Yo recuerdo la “venta de Irlanda”, la de los herreños y, posteriormente, la de Silvestre -hoy ya no siguen abiertas- Allí encontrabas todo lo necesario para la comida; los carritos y pasillos, no existían. Esa “modernidad” vino pasados algunos años, con la apertura de algún supermercado. Si querías papas a buen precio y con calidad, habías de visitar a D. Manuel en la calle de San Martín. Existían también farmacias: La “Barquín”, la de “García Morato” y otras más distribuidas por todo el barrio, donde te despachaban tus fármacos y hasta te ponían las “malditas” inyecciones cuando no hacías uso de las practicantes de la época –Dña. Zoila y Dña. Mª Luisa-. En La Ciudad Deportiva, que dicen que era un centro de la O.J.E., íbamos toda la muchachada aunque no mediara filiación. Se visitaban también, pero algo menos, las iglesias de San José y S. Francisco.
Existían varios estancos donde podías encontrar de todo lo necesario para el aseo personal, y para el deleite de la chiquillería con sus golosinas. Mi madre, regentaba uno de ellos: El Estanco bazar “Fife”. Al terminar su vida laboral, ya vendía hasta lámparas de alabastro, y cristal de bohemia, pero sin dejar de proveer de tabaco, prensa y quinielas a la gente del lugar. Había otro estanco, el Iberia, -cerca de los colegios Hogar Escuela y Onésimo Redondo-, donde también se podían “sellar las quinielas” -así se decía antes porque se añadía un sello oficial al formulario quinielístico-. Para los sellos de correos, estaba la expendeduría de Ventura. La carne, la suministraba la carnicería Zenón. Los Zapateros los encontrabas en la calle S. Martín y su trabajo era muy apreciado. ¡Artesanía pura! La ferretería era cosa de D.Tomás, hoy efectos navales, que dirigen sus herederos. ¡Lo que necesitaras, lo tenías en el barrio!
Para el corte de pelo, otra cosa no habría, pero peluquerías había a mansalva -la de los chicos, las llamábamos barberías-. Yo recuerdo la de Antoñito, donde me cortaba el pelo desde los años en los que tenían que ponerme una tabla apoyada en los posa brazos, para ajustar la altura. Después abriría My Friend y otras. Para las cosas de oficina y papelería, Don Enrique, fundó la empresa que hoy continúa su familia: “Favego”. Y para los helados, nada mejor que “La Alicantina”. ¡Qué ricos!
Talleres de mecánica, chapa y pintura, talleres de tapicería de muebles y coches, carpinterías, almacenes de madera. ¡Hasta cinco cines llegaron a haber! Había Murga y equipo de fútbol y hasta un cuartel de artillería y Juzgados. ¡Caramba, es que no entiendo como no nos declaramos independientes!
Había, como digo, de todo. Les garantizo que en un artículo, se me hace muy corto recordar mi barrio. ¡Cuánta gente importante salió de este rincón de Santa Cruz! Grandes médicos -el recordado Dr. D. José entre ellos-, Ilustres juristas; políticos de primera fila; catedráticos. Y un sin fin de personas y personalidades cuyas familias pasadas y presentes compartían y comparten este céntrico barrio de mi/nuestra Santa Cruz.
Desafortunadamente, muchos de los políticos que han salido de este enclave, se han ido rindiendo a proyectos de modernidad donde lo especulativo manda. Muchas de aquellas viviendas, que hoy tienen sus puertas selladas con bloques, dejarán paso a ¿rascacielos? ¿Seguirán sus calles desiertas, sin la alegría de antaño? ¡Barrio del Toscal, quien te vivió y quién te reconocerá!