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Ansiedad, estrés y canas

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 04 de marzo de 2021, 06:00h
Las canas las oculta quien quiere disimular su edad, o la llevan con orgullo quieres consideran que son señal de experiencia y sabiduría. Y, en ambos caso, no siempre se logra. Hay tintes que no disimulan la edad y, en ocasiones, las canas no disimulan la estupidez.

De todo hay en la viña del Señor. Quienes llevan los años como si fuera una botella de buen vino que se acaba o como si fuera una barrica de buen vino que se llena. Al final llenos o vacíos como experiencia vital. Yo apuesto por la barrica, no por la cantidad, sino porque la vida llena de posibilidades biográficas la vida de cada persona.

No sé cuanto de cierto es que las canas son efecto de el estrés de una actividad y de preocupaciones excesivas. Tal vez a la hora natural de la transformación del pelo es cuando las personas están en situación de generar una actividad más estresante y de sufrir la ansiedad del crecimiento de los hijos y de la dura dinámica del trabajo. Lo cierto es que se suelen vincular esos aspectos, la ansiedad, el estrés y las canas.

Los poetas las convierten en hilos de plata o en nieve en el semblante. Pero siempre nos anuncian que hemos dejado de ser jóvenes. Nos anuncian la llegada de una etapa de la vida en la que las responsabilidades nos exigen estar atentos de manera especial. Y las canas pasan de “algunas” a “todo”.

Un salmo del antiguo testamento, en el número 71, se puede leer: “Y ahora que llega la vejez y las canas, ¡oh Dios, no me abandones!" Como si nos fuera a abandonar precisamente entonces... Dios no, seguro; pero lo que somos nosotros no estaría tan seguro de que seamos cuidadores inteligente de la grandeza de la ancianidad.

Es inevitable percibir que nuestro cuerpo envejece y que se producen algunas manifestaciones de este deterioro. Y lo vemos en los que van más adelantados en este camino común que es la vida humana. Estas percepciones generan preocupación. Y, de la misma manera que hemos de proteger a la infancia y educar a la adolescencia, hemos de proteger la debilidad en algunas situaciones adultas y hemos de mimar la senescencia.

No es buena señal que se diagnostique nuestra comunidad humana como tendente al descarte de lo aparentemente improductivo. No me gusta que se hable de las pensiones como una carga económica del estado y que esta recae sobre los hombros de los trabajadores en activo. Es una forma sutil de descartar a quienes habitan la vejez y las canas. No es la edad del abandono. No puede ser así.

Aquella viñeta que reiteraba el olvido de los grandes de la sociedad en la voz de quienes consideraban que estaban “demasiado ocupado para...”, hasta que en su última imagen aparecían lágrimas y un cementerio con un “demasiado tarde para cuidar de él”.

Un compañero reitera en los entierros la frase: “En vida, hermanos; en vida”. Las cosas se dicen en vida; las cosas se hacen en vida. Que luego es demasiado tarde para decir y hacer algo. En vida hemos de cuidar, para que la muerte nos encuentre en paz y podamos vivir un duelo sano y sereno.

En la vejez y las canas, no les abandones, hermano...

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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